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Los juegos son una técnica recomendada
Uno de los cinco dolores de cabeza que las empresas sortean permanentemente con sus equipos, tiene que ver con el abordaje de conversaciones difíciles para gestionar con éxito los escenarios de compañeros y/o equipos que tienen bajo nivel de tolerancia entre sí: ventas tiene problemas con producción, producción con servicio al cliente, etc.
A lo anterior se suman otros como lograr que el YO dé paso al NOSOTROS- “menos mal ya cumplí con lo mío, los demás miren a ver que hacen”-; retener lo mejor del talento humano - no hay suficiente motivación, más allá incluso del factor salarial,para que continúen en la organización-; encontrar mecanismos eficaces para mejorar de forma permanente la comunicación y trabajo en equipo y evitar conversaciones “basura”, léase rumores, chismes de pasillo.
Y es aquí cuando en mi experiencia profesional, los juegos con propósito y bajo metodología Pitágoras -a quienes represento en Colombia- permiten que quienes forman parte de un equipo empiecen a desarrollar rápidamente competencias para abordar sus dificultades y diferencias de una manera diferente.
Capacitar tiene un costo indirecto relacionado con la productividad. Un empleado capacitado no solo en aspectos técnicos (conocimiento que requiere para su cargo), sino también en habilidades blandas (comunicación, liderazgo, proactividad) es tres veces más eficiente que uno sin capacitación adecuada, lo cual le representa a la compañía tiempo y costos.
¿Cómo funciona? He facilitado procesos de intervención y formación con equipos corporativos por cerca de siete años, y una de las cosas que está presente en esos espacios es que en el momento del juego los participantes olvidan que tienen problemas de comunicación entre ellos, que el uno no le habla al otro, que “no se caen bien”, que tengo serios reparos frente a mí líder y simplemente juegan. El juego quita máscaras, acerca a las personas.
Pero no soy recreadora. No jugamos para hacer dinámicas de integración, sino para crear ambientes de confianza en donde cada participante se permite observarse en lo que hizo y no hizo, en lo que está diciendo y callando, y se hace cargo de esto. Y es a partir de allí cuando comienza el abordaje de la realidad, de su día a día ¿cómo? Conversaciones de coaching de equipo en donde, con esa nueva mirada, se construyen posibilidades de mejora que antes no se habían contemplado.
Recuerdo el equipo de líderes de un importante hotel de Bogotá, quienes después de una actividad lúdica se sentaron a construir su “conversagrama”, esto es el mapa de las conversaciones que se estaban dando entre ellos y, con menores barreras emocionales, fueron capaces de decir lo que necesitaban del otro y oír lo que los otros necesitaban de ellos. Al poco tiempo de esta actividad, en una reunión posterior escuché algo maravilloso: dos de esas personas, cuyas actividades son neurálgicas para la empresa, lograron sentarse luego de varios años de conflictos silenciosos, a conversar y coordinar acciones que llevaron no solo a una mejor relación entre estos dos departamentos, sino entre ellos mismos como compañeros de trabajo.