El TLC con Estados Unidos hasta ahora empieza a calentar motores y lo más importante para la economía está por venir
El tratado de libre comercio con Estado Unidos fue un parto que duró más de un lustro y que cuando dio a luz, las economías globales estaban atravesando aires de recesión acentuados. Solo desde hace un año nuestros productos y servicios pueden acceder a ese mercado en las mismas condiciones que los locales, y más aún, en idénticos esquemas de comercio exterior que los manufacturados en países como los centroamericanos y algunos de Sudamérica como Perú y Chile.
No ha sido un año bueno para el comercio mundial y de esa tendencia no se excluye a los negocios entre estadounidenses y colombianos, pero eso no quiere decir que siempre será así, ni mucho menos arremeter en contra del TLC porque no dio lo prometido en solo doce meses. Lo cierto es que el convenio comercial solo ahora comienza y que estamos seguros que le cambiará la vida a los empresarios locales y les brindará muchas posibilidades a los consumidores colombianos. El TLC con Estados Unidos llegó para quedarse, solo que hay que buscarle las maneras de que sea un escenario más benéfico para esta generación de empresarios, que la de quienes operaban las compañías locales cuando teníamos la economía cerrada.
El año pasado las exportaciones nacionales a Estados Unidos crecieron más lentamente que las importaciones a razón de 3,3% frente al 14,6%, respectivamente, la revaluación del peso explica esta situación. Hoy más de 200 productos nuevos han visto en el mercado estadounidense una oportunidad para crecer, especialmente del sector agroindustrial en donde las posibilidades están aún sin explorar ampliamente. Existen muchas asimetrías comerciales estructurales que serán difíciles de solucionar en algunos años, no obstante el mercado está abierto y les corresponde al sector privado y a los gobiernos locales, regionales y nacionales, darle un marco adecuado de trabajo a las empresas para aprovechar las oportunidades.
Los enemigos de los tratados no son gratuitos, algunos llegan de los antagonismos ideológicos políticos o económicos, pero la inmensa mayoría vienen de quienes tienen intereses comerciales, que por lo general se han beneficiado de un dólar caro, de los subsidios estatales y de las barreras arancelarias. Un tratado es una puerta giratoria que abre igual para dos mercados con desarrollos diferentes, pero con complementariedades evidentes. Si bien el mundo económico ve en Colombia un mercado abierto, así mismo debemos rediseñar el modelo empresarial, readecuar las producciones, ser competitivos y más ambiciosos, tal como lo logró Chile y lo está consiguiendo Perú. Para que eso suceda el Gobierno Nacional debe adecuar la infraestructura.