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EDITORIAL

Un Nairo vale más que cien embajadores

lunes, 22 de julio de 2013
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La gesta del ciclista es más que histórica y tiene un valor muy alto para la marca país en estos momentos de tristeza

La gesta del ciclista es más que histórica y tiene un valor muy alto para la marca país en estos momentos de tristeza
 
Siempre sucede que los hechos económicos determinen la relevancia de los países en el escenario global. Pero hay veces ocurre que un hecho noticioso de escasa probabilidad se haga realidad e impacte con tal fortaleza que el epicentro de la noticia salte a los primeros planos por encima de cualquier otro acontecimiento. Algo así sucedió el pasado domingo en París luego que un ciclista colombiano, Nairo Quintana, se hiciera con tres distinciones durante el centenario del Tour de Francia. El hecho no es económico, pero tiene un peso superior al monto de los patrocinios, de los premios y del dinero que mueve la vuelta ciclistica más importante del mundo.
 
No es exceso de nacionalismo ni mucho menos patrioterismo plantear que el logro de Nairo Moreno en Francia vale más que un puñado de embajadores repartido por todo el viejo continente. Es una forma coloquial de plantear que una gesta deportiva vale más para la imagen del país que muchas campañas de marca y visitas a los medios de comunicación de Europa para hablar bien del país. Colombia necesita de verdaderos embajadores no políticos ni politizados que con su labor profesional hagan hablar bien del país. Y en este imperativo caben todos los hombres de negocios, los empresarios, los científicos, los artistas y los deportistas.
 
El Tour de Francia es uno de los pocos eventos anuales que recogen el interés de más de un centenar de países en donde el ciclismo es un deporte popular. Lo que cada julio sucede en las carreteras francesas es recogido por todas las cadenas de televisión y los diferentes medios de comunicación de los países más importantes que siguen sus deportistas. Y no es frecuente, en 100 años de experiencia de la vuelta, que un ciclista de un país que no sea europeo o norteamericano sea protagonista, tal como sucedió con el joven boyacense. Verlo en todos los canales, estaciones, periódicos y portales -con todo su derroche de humildad- es el mejor comercial de Colombia para el mundo.
 
El ciclismo se ha convertido en un valor de identidad cultural para Colombia, tal como lo viene haciendo el patinaje. Lo que lograron los ciclistas en los últimos Juegos Olímpicos, el Giro de Italia y ahora la vuelta francesa, es la resurrección de un deporte que hace 25 y 30 años habló bien de Colombia. El comentario no es para que algún ingenuo político proponga el ‘ministerio del ciclismo’, sino para que todo el universo que tiene que ver con la bicicleta se potencie como cultura colombiana. Hablamos de las ciclorutas, las ciclovías dominicales, de las dos ruedas como una práctica social más allá del deporte. Colombia como ningún otro país de América Latina tiene un apego único al ‘caballito de acero’, todo un fenómeno que se debe aprovechar.
 

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