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EDITORIAL

Si algo puede salir mal, saldrá peor

martes, 1 de agosto de 2017

Todo lo que sucede en Venezuela tiene impacto directo en Colombia y no hay una estrategia de Estado para enfrentar la situación

Editorial

Ya era bastante malo que el gobierno de Nicolás Maduro se empecinara en elegir una asamblea constituyente sin condiciones democráticas para eliminar de tajo la oposición en su país, ahora tendrá que enfrentar las sanciones que el Departamento del Tesoro le impondrá a sus gobernantes, tales como congelar los bienes del Presidente y prohibir que los estadounidenses hagan negocios con él, la decisión lo pone en una lista negra al lado de terroristas, narcotraficantes y corruptos, un golpe que se convertirá en la piedra angular de las acciones que empiezan a tomar diferentes gobiernos frente a la situación de Venezuela. Este punto de no retorno en la caótica situación de Venezuela debe obligar al Gobierno Nacional a tener una hoja de ruta en el mediano plazo, pues Colombia es el país más afectado con lo que allí suceda, no solo porque es nuestro mercado natural, sino por la avalancha de vecinos que pasan la frontera para encontrar acá un lugar más seguro para progresar.

Lo peor está por suceder: Estados Unidos seguramente escalará las sanciones hasta llegar a no comprarle a los chavistas su petróleo, que no solo es la fuente de todos sus ingresos, sino que es el combustible del régimen y sus pocos respaldos en la región. Casi todos los países con alguna relación comercial o diplomática con Venezuela condenaron la realización de la Asamblea Constituyente y sus intenciones desinstuticionalizadoras; no solo Colombia, Perú o Panamá lideraron el rechazo unánime, sino que la Unión Europea se unió a la protesta, acción que hizo que Rusia entrara en el juego a pedir que no se agitara más la crisis en el vecino país para evitar problemas con implicaciones hemisféricas. Para Colombia, la situación de Venezuela no es Siria, un conflicto lejano que vemos por televisión; con Venezuela compartimos 2.219 kilómetros de una frontera porosa; tenemos un comercio dinámico de bienes y servicios fronterizos, pero, sobre todo, hay un cordón umbilical histórico que nos hace corresponsables de lo que allí suceda.

Muy a comienzos de los años 70, luego de la crisis mundial del petróleo, millones de colombianos -unos tres o cuatro- emigraron a Venezuela para vivir mejor, recibir buenos salarios y hacer su vida en otro país. Muchos de los venezolanos que hoy pasan en forma masiva por la frontera son familiares de esos colombianos emigrados en los 70, 80 o 90, otros no, pero son vecinos de una misma historia; nadie puede desconocer que Colombia y Venezuela tienen lazos mucho más fuertes que otros países. Ahora bien, los han separado siempre los modelos económicos, hecho que se acentuó con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998, cuando se instaló en Miraflores una errática política socialista sin futuro y plagada de corrupción. Es un imperativo para el Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano manejar la situación que experimenta Venezuela, pues no podemos cerrar las puertas, sembrar ideas nacionalistas o pensar que el drama de los vecinos que llegan no puede escalar hasta convertirse un asunto de refugiados. Colombia no es que sea el paraíso económico venezolano, ni mucho menos el sueño americano, es la única puerta de salida que tienen con el continente. El drama se acelera pues han salido muchas empresas aéreas y no hay alternativas baratas de salir del país; la frontera marítima está dominada por la armada chavista y el Caribe no es una solución barata; al sur y al occidente solo existen selvas con Brasil y las otrora Guyanas. Es clave que el Gobierno Nacional desarrolle una estrategia para enfrentar la crisis venezolana.

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