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EDITORIAL

¿Qué relación tienen La Niña y las instituciones?

sábado, 14 de noviembre de 2020

Echarle la culpa al clima siempre será lo más fácil, las condiciones climáticas pueden manipularse en favor de la economía, pero por esto deben haber instituciones fuertes

Editorial

Hace un par de semanas, la Organización Meteorológica Mundial actualizó sus pronósticos de fin de año en los que observa con claridad que el fenómeno de La Niña empezó este noviembre y se extenderá hasta enero próximo: “para los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), existe alta probabilidad (90%) de que la temperatura de la superficie de las aguas del Pacífico tropical se mantenga en niveles característicos de La Niña hasta finales de 2020, así como una probabilidad moderada (55%) de que esos niveles persistan durante el primer trimestre de 2021”. La sentencia climática no sorprende en Colombia en donde las lluvias son permanentes por estos días y amenazan con tragedias e impactos negativos en la producción agropecuaria y el desarrollo de las construcciones. En pocas palabras se van a repetir las mismas noticias de todos los años sin que nada haya cambiado, pues la historia se repite inevitablemente.

Sí hay una relación entre El Niño o La Niña y las instituciones colombianas, trayendo a colación el libro clásico de la economía del desarrollo, ¿Por qué fracasan los países? (Deusto, 2014) en el que Daron Acemoglu y James Robinson niegan que factores como el clima, la geografía, la cultura o los conocimientos de los gobernantes sean los causantes del subdesarrollo. Comprueban sus hipótesis con estudios comparativos de casos de éxitos y fracasos, unos países han prosperado y otros han fracasado, independientemente de si hay fenómenos de La Niña o El Niño, que siempre serán usados para tapar la incompetencia. Todos los países tropicales de América Latina tienen abundantes recursos naturales y una geografía más que privilegiada, pero no planean de la misma manera que pueden hacerlo países donde las estaciones climáticas les han creado a través de su historia instituciones blandas como puede ser ahorrar, guardar, prevenir, entre otros valores escasos cuando todo fluye en abundancia.

Lo más seguro es que La Niña venga con inundaciones, daño de cosechas, obstaculización de obras públicas, destrucción de cableados y, lo peor de todo, con alergias y gripas en medio de la pandemia. Las instituciones duras y blandas colombianas siguen siendo extractivas en pleno siglo XXI. Aún muchos empresarios del agro (para no llamarlos campesinos) que no cuidan los recursos escasos, contaminan y destruyen su entorno, siempre están esperando a que el Gobierno Nacional acuda en su salvación cuando las cosas andan mal. Pero lo peor es que aún no hay una adopción de cambios que tranquilicen en tiempos de vacas flacas. La clave está en avanzar de una vez por todas en instituciones políticas serias y sólidas desde donde se desprendan las instituciones económicas exitosas. Por ejemplo, aprovechar las lluvias para fortalecer los distritos de riego, probar obras de construcción y mejorar embalses, represas y acueductos. Culturalmente se abordan las situaciones climáticas desde la tragedia que siempre se repite, no hay una búsqueda de las oportunidades que en este caso representan las intensas lluvias. Debe haber una maduración de la institucionalidad -dura y blanda- que permita que cuando venga la sequía que trae El Niño tengamos las aguas que deja La Niña. Seguro algún día se logrará avanzar tal como lo han hecho otros países de las mismas o menores condiciones.

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