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No puede pasar desapercibido que las empresas le han hecho saber al Gobierno que aportarán más impuestos de los que pagan hoy en día para avanzar en los programas de inversión social
En casi todas las entrevistas a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, le preguntan en dónde está el secreto de su éxito empresarial, a lo que el multimillonario responde: “Amazon se define mediante tres elementos que son más atributos culturales que actividades. El primero es la obsesión por el cliente, no la competencia. El segundo, la voluntad de inventar, o aceptar que no se nos entienda. El tercero es la visión a largo plazo. A partir de ahí, también queremos adquirir nuevos conocimientos”. Estos pilares se recrean con mayor profundidad en el texto Crea & Divaga que se compila el pensamiento, la vida y las acciones del influyente empresario.
El tema se trae a colación porque se respira un ambiente de desasosiego, desesperanza y una alta carga de incertidumbre en los círculos empresariales, particularmente por la alta gerencia de las empresas que no tienen muchos elementos para elaborar el plan de vuelo para el segundo semestre y más aún para el mediano plazo: léase 2022, año electoral cargado de tigre. A estas alturas del año y conociéndose los resultados oficiales del año pasado, las cosas no se ven claras y el optimismo tradicional de los hombres que hacen empresa no son los mejores. Por eso, las palabras de Bezos, particularmente lo que tiene que ver con la visión a largo plazo: “A partir de ahí, queremos adquirir nuevos conocimientos”, es una manera de plantear que todo cambia y que hay que pintar hojas de ruta al futuro sin descontar los problemas que se deben enfrentar en el camino.
Las ganas de hacer empresa, de emprender, de desarrollar sectores económicos y mercados, son inherentes a los hombres de trabajo a esas personas nacidas para transformar su entorno. Colombia atraviesa por momentos oscuros, pero hay una democracia probada, unas instituciones en formación, pero sobre todo hay un mercado, unas regiones y una posición geoestratégica que ofrece oportunidades para competir en servicios y en productos. No hay que ponerle mucho cuidado a los cantos de sirena de asesores empresariales y jurídicos que infunden miedo con la hipótesis no comprobada que Colombia será como Venezuela antes de 2030.
No hay muchas razones de verdadero peso para creer que los empresarios e inversionistas locales e internacionales saldrán despavoridos ante un cambio de modelo económico en todo el vecindario. Quienes usaron las protestas para convertirlas en bloqueos y dañar el consumo de las familias, destruir empleos y atizar el covid, pretendiendo hacer una campaña política no conocen mucho de números electorales, pues una inmensa mayoría nunca estuvo de acuerdo con su modus operandi. Las urnas elegirán ideas de progreso, no de retroceso, pero ante todo, llevarán al Congreso y a la Presidencia políticos transparentes que sigan construyendo el país con el bienestar deseado.
La mejor muestra de eso es que nuevamente quienes pagan impuestos y generan empleo, las empresas, han puesto la cuota inicial de la nueva reforma tributaria, como una muestra no solo de solidaridad, sino de apuesta por el futuro de Colombia. El mundo ha cambiado, los paraísos fiscales escasean y la globalización empresarial genera competencias sin cuartel, siempre será mejor luchar y conservar lo construido que convertirse en un inversionista nómada.
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