No podemos declararle la guerra al petróleo

Hay muchos políticos que aspiran al Congreso de la República y a la Presidencia de Colombia que le han declarado la guerra al petróleo. Una postura válida en términos filosóficos y efectivista en tiempos verdes, pero absurda desde la economía real y mucho más obtusa vista desde las finanzas estatales. El petróleo sigue siendo la espina dorsal de la economía local, una realidad que a pocos les gusta escuchar; pero eso es lo que tenemos y lo que no hemos podido cambiar en un siglo de historia petrolera.

Veamos las cifras: las ventas de crudo al exterior representan 30% de las exportaciones totales del país; el año pasado Ecopetrol le transfirió a las arcas estatales $836.850 millones y en su mejor momento (2011) llegaron a subir a $6,11 billones. La acción de la empresa mixta en la Bolsa de Valores de Colombia, representa 25% de las operaciones diarias y tiene más de medio millón de accionistas tenedores de papeles valores; y lo que no es nada menor, la empresa listada en al Wall Street hace inversiones anuales por más de US$4.000 millones, una inyección para la economía inigualable. De lejos es la actividad económica más importante del país en las últimas décadas, eso sin contar con toda su actividad de inversión social y generación de empleo que realiza este sector.

Por todo lo anterior, es absurdo de plantear una economía huérfana de petróleo, al menos en el próximo lustro. La idea de “despetrolizar la economía” puede ser viable a largo plazo y el anhelo de que reemplacemos la explotación de crudo por la utilización de la energía solar viable, pero no ahora, no es el momento de hacerlo y sería errado simplemente abandonar la explotación de este recurso por puro ideario.

Nos aterra y asusta la situación del pueblo venezolano, quienes se concentraron en el petróleo en detrimento de su red industrial, que sucumbió en medio de la crónica e irremediable Enfermedad Holandesa; pero también está el caso contrario de Noruega que ha logrado administrar muy bien sus diferentes boom petroleros al crear un fondo soberano que lo hace uno de los países más exitosos y competitivos de nuestros días. Así como hay casos de fracaso en el mundo petrolero, también hay unos muy exitosos.

Las reservas de Ecopetrol ascendieron a 1.659 millones de barriles, recurso energético que nos deja tranquilos por los próximos 7 u 8 años y que permitirá reactivar un sector que ha sido importante en las últimas décadas, pero que no hemos sabido explotar con eficiencia ni responsabilidad generacional. Dichas reservas aumentaron en 295 millones de barriles y de esa nueva cantidad, 94 millones fueron gracias al aumento de precios, situación que permitió extender el límite económico de los campos y la incorporación de proyectos estancados. Esta nueva realidad ha hecho que el precio utilizado para la valoración de las reservas a 2017 fuera de US$54,93 por barril Brent, frente a los US$44,49 del mismo barril un año antes. Este contexto totalmente optimista, hace que por cada dólar que sube el barril de crudo, la Nación reciba $350.000 millones, una cantidad de dinero nada despreciable para un Estado con grandes obligaciones de inversión social y un atraso enorme en infraestructura. Las utilidades de Ecopetrol al tercer trimestre de 2017 ascendían a $3,2 billones, un 338% más que el año anterior.