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Los mandatarios posesionados el primero de enero ya presentaron sus planes de desarrollo, pero deben aterrizarlos.
Son solo cuatro años y los recursos de inversión son escasos para atender las necesidades de la mayoría de los municipios y departamentos. Estas son variables fundamentales en la confección de los planes de desarrollo de las alcaldías y gobernaciones, por lo que es crucial que, más que un ambicioso megaproyecto, se armen unos verdaderos planes ejecutables, que no decepcionen a los electores y se siga condenando a más generaciones de colombianos al subdesarrollo.
Es una constante histórica que los mandatarios regionales y locales piensen que tienen mucho tiempo para hacer las obras prometidas en sus campañas y que cuentan con disponibilidad de recursos inagotables para materializarlos. Pero ni lo uno ni lo otro. Ya han pasado casi cuatro meses de los 48 que estarán en el poder y la gente empieza a exigir transformaciones profundas, especialmente atención a sus necesidades de educación, de salud y obras de infraestructura, que les permita ser más competitivos.
Los planes de desarrollo no son `árboles de Navidad` a los cuales se les puede colgar todos los deseos de los electores, son ciertamente planes que enmarquen en un lapso de cuatro años las obras sociales y físicas prioritarias.
Dentro de un marco estratégico, los alcaldes y gobernadores deben empezar a hacer cosas reales y concretas que redunden en beneficio de la calidad de vida de los gobernados. Un ejemplo práctico del desenfoque de los planes de desarrollo es el de Bogotá, que tiene mucha filosofía y un acentuado `deber ser`, más que obras concretas que satisfagan las necesidades básicas de los capitalinos.
Uno de los objetivos principales del Plan Bogotá Humana es "impulsar cambios tecnológicos en los modos de transporte", un concepto bien enunciado, pero lo que realmente necesitan los habitantes de la ciudad son acciones concretas dentro de este marco. Debe importarnos cómo nos transportamos y qué uso hacemos de los combustibles, una premisa cierta. No obstante, lo más importante ahora es el tiempo de movilidad y la calidad de vida en el transporte público.
Los planes de desarrollo deben ser más concretos, más adecuados a la realidad de las personas. Los gobernantes de turno deben esquivar mucha filosofía y romanticismo, al tiempo que deben aterrizar en obras y en una buena inversión social que sigue siendo la asignatura pendiente de la inmensa mayoría de estos marcos estratégicos.
En los planes de desarrollo debe verse más la palabra educación, sin importar el tamaño del municipio o la influencia del departamento. No se puede cometer la misma falla de las locomotoras, que en ninguna montaron a la educación.
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