Las tasas suben en ascensor y bajan por gradas

Los actuales codirectores del Banco de la República llevan tres reuniones manteniendo su tasa de interés que les cobran a las entidades del sistema financiero en 13,25%, sin cruzar el Rubicon y empezar a bajar el alto costo del dinero que está asfixiando a las empresas, familias y consumidores en general, decisión o postura ortodoxa en términos monetarios bajo el argumento de la caprichosa inflación que sigue por encima de dos dígitos cuando en los países de la región ya está ubicada en los parámetros históricos.

Falta casi un par de años -a este ritmo- para que el Índice de Precios al Consumidor regrese a niveles de entre 2% y 4%, cifras que solo se verán si se mantiene dicha ortodoxia por allá hacia 2025.

Lo cierto es que en el sistema financiero colombiano debe desatarse una guerra de tasas bajas de cara al consumidor natural y jurídico, tal como sucedió cuando hubo una pequeña escaramuza hace unos meses con las tarjetas de crédito para ciertos cupos inactivos, cuando los bancos más grandes decidieron beneficiar a los cuentahabientes con montos de gasto aprobados inferiores a los $5 millones, solo a ellos les aplicaron tasas muy por debajo del techo del mercado.

Ahora que la tasa de usura está en 39% y se entra al último trimestre del año, todas las entidades deberían pellizcarse en una “guerra acordada” para no dejar que el crecimiento del PIB del último trimestre sea negativo y que el consolidado del año esté por encima de 2%. Está claro que una de las variables que más ha influido en el bajo crecimiento y la desaceleración de la economía son las altas tasas, el país no solo no puede desarrollarse con esos costos tan elevados de las tasas, sino que ahoga el aparato productivo porque no hay apetito por parte de los consumidores.

Los bancos deben entender que tasas altas significan menos carros vendidos, menos apartamentos comprados, una caída en la construcción y bajas importaciones. En este mar de incertidumbre por el que navega la economía, mucho se habla de lo deprimido que está el sector de la construcción, el bajo índice de consumo, que no se van a vender más de 150.000 carros nuevos, pero poco se advierte sobre la verdadera causa de esa pésima situación, que no es otra a que el dinero está muy caro.

Es cierto que en términos reales las tasas en Colombia son de las más bajas, no superan 1,5%, al descontar una inflación de 12% a la tasa de 13%, dato que es elocuente, el problema es que los bancos no han desatado la verdadera competencia de final de año. Si es un hecho contundente que las tasas de interés suben por ascensor (entre octubre de 2022 y mayo de 2023 subieron más de 4%) y bajan por las escaleras (llevan tres meses estables en 13,25%), el imperativo del mercado no debe ser distinto a competir por poner dinero en el mercado, a pelear por los cuentahabientes.

La competencia no es mala bajo ninguna situación y solo se beneficia el consumo que ha sido un pilar fundamental de la economía. No se puede desamparar el alto costo de vida ni minimizar el impacto que tiene en la variación de precios al alza la política monetaria, pero tampoco perder de vista la informalidad de la economía, la necesidad de reactivar el consumo y el poder que tiene el dinero formal en la compra y venta de bienes duraderos. Hay que apostarle a una situación en la que el Emisor baja las tasas 50 puntos, pero los bancos inmediatamente empiezan a competir con tasas más bajas por nuevos clientes.