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EDITORIAL

Las salidas a la crisis venezolana

martes, 6 de enero de 2015
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No le queda otro camino a Maduro que una intervención brusca en la tasa de cambio y un programa de ajuste fiscal

La otrora rica y próspera economía venezolana está en ruinas y lo más grave es que su gobierno no encuentra el camino de rescate, más allá de argumentar que es el resultado de una “guerra económica” contra el país, promovida desde afuera y por la oposición política interna. Pero la realidad ha sobrepasado de lejos al discurso populista que cada día pierde más adeptos. Es claro que la situación tiene una gestación de varios años, producto de la adopción de un modelo probado con resultados negativos, sustentado en un desplazamiento de la iniciativa privada en favor del apoderamiento de los medios de producción por parte del Estado, que más temprano que tarde genera ineficiencia, despilfarro y corrupción y un gran desaliento entre los agentes privados, incluyendo a los trabajadores.

Hoy la situación es patética y la incertidumbre alimenta los pronósticos adversos: oficialmente la economía está en recesión, la inflación alcanza niveles increíbles, 65% en doce meses, y el precio de precios, la divisa, es el termómetro: mientras el dólar oficial está fijado en 6,30 bolívares, el mercado no oficial especulativo se cotiza en 176 bolívares, esto es, más de 25 veces el precio oficial. No hay que engañarse. No hay economía en el mundo que resista por mucho tiempo ese diferencial en el precio de la divisa y un solo ejemplo muestra el drama diario que viven los ciudadanos: un salario nominal de 6.000 bolívares mensuales equivale a US$950 a la tasa oficial, en el mercado se reduce a US$40, esto es, una pérdida dramática en la capacidad de compra.

En los términos anteriores a Nicolás Maduro solo parece quedarle una opción: acercar el valor de la divisa oficial, a todas luces subsidiado al precio de mercado, a través de una devaluación masiva. Pero como se dice popularmente “en economía no hay almuerzo gratis”, la casi necesaria y única decisión lleva a un encarecimiento de las importaciones, lo cual de manera inmediata conduce a un aumento en los precios de los productos básicos que compra el país afuera, lo que no es otra cosa que una mayor inflación, que por sí ya está por las nubes.

La abrupta caída en los precios del petróleo golpea de frente a las finanzas públicas venezolanas, que por efecto del modelo adoptado, sustenta buena parte del ya débil aparato productivo local y financia gigantescos planes de subsidio hacia los pobres y clases medias. De nuevo, bajo las nuevas circunstancias del petróleo, es obligatorio un replanteamiento del esquema de gasto público. Sin duda que lo que pase en Venezuela afecta a Colombia, aunque no en la misma proporción que en el pasado, pues en particular los empresarios se han ajustado a la nueva realidad de los vecinos, pero de cualquier manera es importante actuar con mucha prudencia.

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