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EDITORIAL

La paz no debe tener ningún color político

sábado, 24 de agosto de 2013
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Nunca antes se había llegado tan lejos en diálogos con la guerrilla, no dejemos que empiecen los triufalismo políticos

Nunca antes se había llegado tan lejos en diálogos con la guerrilla, no dejemos que empiecen los triufalismo políticos
 
La campaña electoral que ha arrancado y que incluye la posibilidad de una reelección del Presidente en ejercicio, debe tener unas dimensiones y un marco a los cuales deben atenerse todos los aspirantes y también los electores, más allá de las consideraciones legales y dejando de lado la idea dañina de que “todo vale” en la política. Por eso, resultan desafortunadas expresiones en el sentido de atribuir el logro de paz a los ideales de un partido porque, sin duda alguna, hace un daño a la voluntad nacional que quiere acabar el conflicto sin ponerle un color político, cualesquiera que este sea. 
 
Afirmaciones sectarias de épocas de la violencia política ponen en entredicho la idea del Presidente quien ha pregonado representar el sentimiento de todos los colombianos, como debe ser, aún estando en campaña para continuar en el cargo. El punto merece al menos una aclaración por parte del mandatario. Lo primero es que hay que informarle a los jefes de directorios que los tiempos han cambiado y los temas de agenda-país trascienden el ideario de cualquier organización política que busca en una coyuntura obtener el favor de los electores de su partido. Y muchos temas como ambiente, justicia, economía y en particular la paz, requieren unas consideraciones especiales.
 
Los políticos tienen un margen de tolerancia y flexibilidad que se les acepta y permite, como el de afirmar que el Presidente escogió el ideario y las causas liberales para gobernar en nombre de ese partido pues, si hubiera rigor, la conclusión sería evidente en el sentido de estar violando las normas legales y el mandatario estaría en problemas. Santos llegó a la presidencia por una coalición de fuerzas, dentro de las cuales las ideas liberales son solo una parte. Pero el asunto de la paz va más allá. El planteamiento hecho por directores de partidos podría llevar a concluir erróneamente que quienes no militan en sus colectividades están en contra de alcanzar la anhelada paz que durante casi 50 años nos ha sido esquiva y nos ha costado tanto en términos de vida y atraso social y económico. Nada más falaz.
 
Todos los colombianos soñamos con vivir en paz, al igual que lo estuvimos cuando otros mandatarios, como Belisario Betancur, Virgilio Barco y Andrés Pastrana, impulsaron procesos con una gran visión de patria y sin consideraciones partidistas. Y así creemos que es la idea de Juan Manuel Santos, porque sencillamente no puede ser de otra manera. Al final serán los colombianos quienes tomen la decisión con su voto libre por una paz negociada y si Santos no es reelegido. Por favor, ahora que hemos llegado tan lejos en diálogos con la guerrilla, tengamos cuidado, que como se dice popularmente: “a la puerta del horno se quema el pan”.
 

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