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EDITORIAL

La economía naranja no aguanta con todo

viernes, 14 de diciembre de 2018

La exención tributaria a inversiones en Economía Naranja que generen un mínimo de empleos es una buena iniciativa, pero se puede desbordar

Editorial

El presidente, Iván Duque, desde su paso por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, se ha convertido en uno de los mayores abanderados en la región del concepto de economía naranja, que en otros mercados es más conocido como economía creativa, un modelo basado en la generación de riqueza y desarrollo a partir de conectar talentos creativos ligados a las artes liberales o a las industrias de la música, las artes y todo lo que abarca la cultura en su definición más amplia. Otra definición más grande y exacta dice que la economía creativa se basa en los bienes y servicios que pueden desarrollar propiedad intelectual y generar nuevas patentes disruptivas y difíciles de copiar. El BID divide la economía de la creatividad en categorías: una la llamada convencional que agrupa libros, revistas, periódicos, literatura, bibliotecas, cine, televisión, es decir lo más tradicional que forma opinión pública generando contenidos; también se concluyen los nuevos medios y todas las artes, así como las distintas clases de turismo, los deportes, la moda y hasta el desarrollo de software. Son definiciones sin fronteras que llevan a cometer el error de que todo puede ser economía naranja y que todo es susceptible de abordarse bajo la óptica de creatividad.

Desde la campaña presidencial, Duque marcó diferencias y se apropió del tema prometiendo estimular su crecimiento, hasta llevarlo a renglón exento en la Ley de Financiamiento que se discute el Congreso. Claramente, hay exenciones del impuesto de renta por cinco años para los nuevos emprendedores que inviertan en las industrias creativas y generen un mínimo de empleos. Está muy bien porque la idea beneficiará a los nuevos emprendedores digitales y tecnológicos que quieren hacer empresas enmarcadas en la nueva economía o en la cuarta revolución industrial. Sin confirmar y retomando datos no oficiales, la economía naranja representa unos 800.000 empleos y es casi 3,4% del Producto Interno Bruto, un poco más que lo que aporta el cultivo del café a la economía tradicional, que es el renglón más importante del agro.

En consonancia, Bancóldex anunció el arranque de una línea de crédito denominada “Exprimiendo la Naranja”, por $400.000 millones destinados a las empresas que realicen actividades asociadas al nuevo sector. Incluso ya hay un Consejo Nacional de la Economía Naranja creado para hacer crecer un segmento que existe, es grande, pero que no había tenido un doliente en el gobierno central. El gran problema es que todo puede ser economía naranja y que la amplitud y heterogeneidad de sus definiciones se convertirán en problemas graves a la hora de hacer exenciones tributarias y fijar montos de ayuda. El Ministerio de Cultura será el eje de esta nueva política pública, cuando el estructurador más indicado debería ser el Departamento Nacional de Planeación y consignar esta nueva hoja de ruta en el Plan Nacional de Desarrollo, incluso cruzarlo presupuestalmente en el sistema de regalías. Existe un gran temor y es que el dinero destinado a fomentar la creatividad, la industria digital, la cultura, el turismo en sus diversas formas y la generación de contenidos en los distintos medios de comunicación, se lo lleven otros sectores tradicionales como el agro, la infraestructura, las industrias extractivas, entre otros. Si se mira con detenimiento, no todo puede ser vestido de naranja para morder más presupuestos.

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