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EDITORIAL

Formalización y desempleo, aún pendientes

sábado, 1 de julio de 2023

Durante este breve momento de descanso entre legislaturas, el Gobierno debería darse cuenta de que tiene que sincronizar las para lograr soluciones estructurales

Editorial

Poco a poco el país se ha ido recuperando de la crisis de la pandemia, en especial en materia de desempleo, y cada mes se identifican miles de nuevos trabajos formales, por ejemplo en mayo pasado se crearon 383.000 puestos frente al mismo mes del año pasado, y ya son cerca de 22,56 millones de personas ocupadas.

Un gran logro para una economía que no crece al ritmo que se necesita para salir del subdesarrollo, pero ese es otro tema. Durante el pasado quinto mes del año, mayo, la tasa de desempleo fue de 10,5% y afectó a más de 2,64 millones de personas, una cifra que se ha convertido en el verdadero Waterloo de las políticas públicas de los últimos gobiernos.

No obstante, hay un aumento en el número de personas ocupadas en el rango de edad de 25 a 54 años. En los hombres no hay una diferencia significativa, pero en las mujeres sí, que se da principalmente en los grupos de 25 a 54 años y de 55 años y más; se mantiene la brecha de género en la desocupación, con 4,9 puntos porcentuales entre hombres y mujeres, pues mientras que los primeros tuvieron una tasa de 8,4%, para las segundas fue de 13,2%.

Si se observa, la tasa de informalidad fue de 56%, una de las más altas de la historia, pero a los ojos del Dane, ese porcentaje de la población ocupada informal, de 55,7%, tiene una caída de 1,3 puntos porcentuales frente a mayo de 2022, una buena tendencia que debe ser el eje central de todas las reformas económicas estructurales.

No se puede aceptar una reforma laboral que no tenga como espina dorsal el desempleo y la informalidad, incluso no puede haber una reforma a las pensiones que no considere esta situación crónica del país. Hay que recordar que los informales no cotizan a la seguridad social, no pagan salud, pensiones, riesgos profesionales, ni parafiscales; y que dependen de los miles de millones de subsidios de quienes están formalizados y les descuentan por nómina.

Dicho de otra manera, son los cada vez menos formales quienes les van a pagar las pensiones a los informales, algunos que por falta de oportunidades, viveza de subsistencia o simple decisión oportunista a los ingresos actuales, deciden no cotizar, pues el “papá Estado”, les pagará la pensión y les dará la salud gratuita cuando la necesiten.

La informalidad cabalga en Colombia y el espacio público casi está perdido por las ventas ambulantes sin que los gobiernos nacional, local o regional hagan algo por organizar las cosas. Hay mucho incentivo para que miles de colombianos decidan montar negocios informales que no pagan impuestos, con altos ingresos en detrimento de los trabajadores formales vigilados y cargados de impuestos por los gobiernos de turno.

La mayor tasa de informalidad por dominio geográfico está en los centros poblados y rural disperso, con 84,6%, cifra que registró un aumento de 0,6 puntos porcentuales. No existe ninguna política pública ni iniciativa entre el Estado, los gremios y los trabajadores para hacer del empleo formal una bandera nacional, para ello hay que sincronizar las iniciativas que cursan en el Congreso sobre lo laboral, pensional y la salud; esos son los tres pilares para trabajar más y mejor por la formalidad, pero no se ha logrado que los ministros del ramo se enfoquen en ese camino que debería ser el que lidere la Presidencia de la República. Es un imperativo reducir la informalidad.

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