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Unos 100.000 colombianos ya teletrabajan, una tendencia en alza, pero aún falta mucha reglamentación para avanzar.
El Ministerio de la Tics y el de Trabajo han sido unos abanderados de desarrollar el teletrabajo en Colombia y han tomado varias iniciativas como las piedras angulares de una tendencia que debe volverse una moda en la red industrial y empresarial, pero antes de llegar allá y tal vez fracasar en una primera etapa, el país laboral debe prepararse para entender de qué se trata todo esto. Empecemos por decir qué el teletrabajo no es un artilugio de las empresas para ahorrar en servicios públicos, para no vincular formalmente a una persona o un eufemismo para ir prejubilando una fuerza laboral que ya alcanzó sus niveles de competencia.
El teletrabajo es una solución integral para ciertos tipos de roles y funciones. No todas las áreas productivas de una compañía están en capacidad de trabajar desde la calle. Es por eso que lo primero es determinar qué departamentos y qué tipo de personas pueden teletrabajar. Así las cosas, lo primero que debe hacer una empresa es identificar los departamentos con posibilidades de trabajar por fuera de las plantas o los edificios de las compañías. Una vez vistas las áreas hay que consultar con los responsables, pues no a todo el mudo le gusta quedarse en casa laborando. Y cuando esté el binomio perfecto: departamento más teletrabajador, entra de lleno el departamento de recursos humanos a suplir todas las necesidades. Es la compañía la que debe estudiar el nuevo sitio de trabajo para que su empleado sea más productivo.
Cosas tan básicas como la mesa, el asiento, la luz, la conexión a internet y hasta el baño, son asuntos que debe entrar a mirar la compañía con puntos de vista de expertos. Teletrabajar no es tirar al empleado a su hogar y darle un computador para que rinda los informes pertinentes o cumpla las tareas asignadas. El teletrabajo requiere máxima supervisión para que ciertamente sea un ‘gana gana’ para el empresario y el empleado. De ninguna manera se debe dejar llevar a los implicados en una moda que al final sea dañina. Las compañías multinacionales ya han avanzado en esta tendencia y es oportuno mirar los casos de éxito y de fracaso, pero de lejos es una alternativa donde ambos pueden ganar.
Pero hay un dividendo social superior en el teletrabajo. Se trata de la ganancia invaluable para la integralidad de la familia y para sacar miles de vehículos de las calles. Dos dividendos sociales que tienen un valor indeterminado y que en países asiáticos es reconocidos por las direcciones de impuestos. Una empresa que logra remunerar bien a los teletrabajadores, les adecua buenos lugares en el hogar de trabajo y los hace más productivos, es una compañía que bien merece un reconocimiento fiscal por parte del Estado. La idea es montarnos en una moda, pero donde todos ganen como personas y como entes jurídicos.
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