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EDITORIAL

El país que no sabe cómo es vivir en paz

sábado, 20 de febrero de 2016
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El Gobierno Nacional y las fuerzas vivas no deben dejar pasar el próximo 23 de marzo como día de una firma de un acuerdo de paz con la guerrilla.

Colombia tiene 206 años de historia como país independiente y hay muchas generaciones -casi todas las que se mantienen vivas- que no han conocido cómo es vivir en paz en su territorio. Desde las guerras intestinas de los señores feudales del siglo XIX, hasta las guerras entre las bandas criminales del siglo XXI, pasando por las guerras del narcotráfico y la guerrilla, han hecho que abuelos, padres, hijos y nietos vivan extrañando los hechos de la guerra cotidianos: atentados, pueblos tomados, retenes, secuestros, hombres de las fuerzas militares caídos en combate y colombianos al margen de la ley abatidos. Es una sociedad frenética que hasta hace un par de años colocaba a tres y hasta cuatro ciudades entre las más violentas del mundo. Las instituciones están confeccionadas para librar siempre una guerra; el presupuesto nacional está mordido en una buena parte por los gastos que representa el conflicto armado; el debate político siempre está signado por los tambores de los guerreristas versus las propuestas de quienes piden un fin del conflicto; los medios de comunicación ven su agenda informativa siempre marcada por los hechos de violencia, y se ha desarrollado un exitoso sector del entretenimiento, libros, novelas y películas que giran en torno a la guerra sin fin. Colombia es el país con la guerrilla más antigua y anacrónica del planeta y la Nación que más destina recursos de sus arcas estatales a una guerra interna sin vencedores ni vencidos, solo muertos de un bando y de otro, al lado de gran destrucción. Una buena parte de los impuestos se van para comprar equipamiento militar, armamento, pertrechos y toda una gama de consumos bélicos o logísticos que han desarrollado un boyante sector empresarial que vive de un conflicto de casi seis décadas. Incluso hay docenas de académicos autodenominados ‘violentólogos’ que viven de sus charlas, conferencias y escritura de artículos y libros cargados de epistemología de cómo es el conflicto interno colombiano. Por donde se le mire es un país que no sabe vivir en paz y que le ha costado en los últimos cinco años construir la paz.

A pesar de que se ha cuantificado que el fin del conflicto con la guerrilla tiene unos dividendos cercanos a los dos puntos del PIB, hay sectores que le apuestan más a los dividendos de la guerra y en medio de su proselitismo guerrerista descalifica cualquier acercamiento a un final definitivo. El Gobierno Nacional le ha puesto fecha a un acuerdo con la guerrilla de las Farc para el 23 de marzo próximo y así debe ser, pues de lo contrario se pueden desencadenar una serie de ataques políticos que harán reventar cualquier negociación. Colombia tiene que cambiar su libreto y aprender a vivir en paz, enfocados hacia el desarrollo y el bienestar. Poco a poco se ven más piedras contra el proceso de paz y seguirá una lluvia en la medida que se acerque la pugna presidencial.

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