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EDITORIAL

Devaluar el peso, una acción que se pasó de rosca

miércoles, 27 de enero de 2016
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Una devaluación del peso  superior a 40% en 12 meses no es sana, es inflacionaria y está empobrecien-do a la economía

 

Pasarse de rosca es un comentario popular que se expresa cuando algo se fue al otro extremo y eso es lo que le está pasando a la necesaria devaluación del peso colombiano. Ahora, la pregunta clave en la actual coyuntura es cuánto es lo justo para que devaluar no se convierta en un problema estructural. Muchos economistas durante casi toda la primera década de los años 2000 planteaban en sus artículos de análisis que el peso colombiano estaba muy revaluado y que no se compadecía con la realidad global en una economía de mercado abierto y respaldaban las constantes peticiones de los empresarios para bajarle precio a la moneda nacional.

Ese milagro se dio hace menos de 18 meses cuando el dólar empezó a subir por encima de los $2.500 hasta un tipo de cambio inesperado en torno a los $3.400. Entre enero de 2015 y enero de 2016 la devaluación del peso colombiano ha sido de 41%, la tercera más alta de América Latina (después de Argentina y Brasil) y una de las mayores del mundo. No hubo término medio en que esa volatilidad reflejara el comportamiento económico de un país u obedezca a una estrategia planeada por las autoridades económicas. La devaluación colombiana está muy vinculada a lo que sucede con el precio del petróleo y eso no le ha permitido a la moneda llegar a un término medio que se escape de la volatilidad.

Está claro que devaluar una moneda en un mercado emergente es una acción financiera que incentiva los planes exportadores en un país que quiere generar empleo y recuperar el flujo de divisas o para recuperar una economía en caída libre. Es producir barato en moneda local para vender caro en moneda dura. Pero cuando la devaluación se va de rosca o rompe los esquemas, tiene un costo directo porque el país que le quita valor a su moneda se empobrece automáticamente y sentencia las importaciones. La macrodevaluación colombiana le ha pasado la cuenta de cobro a la inflación elevándola, dado que una buena parte de los productos de la canasta familiar son importados, y las frutas y algunos de aseo e higiene, están por la nubes. Mientras el peso pierde fortaleza frente al dólar el Índice de Precios al Consumidor se dispara saliéndose de lo proyectado por el Banco de la República.

En un principio, esa competitividad generada por la devaluación es buena, pero si no aumentan las exportaciones y mejora el Producto Interior  Bruto (tal como ha sucedido en Colombia) la acción económica de devaluar es una cura temporal, es un placebo que no deja establecer la productividad basada en competitividad y al final de las cuentas empobrece al país. Un dólar tan caro, en término de ingresos de los colombianos y preso de una volatilidad sin registros históricos, le están haciendo daño a la economía. Es urgente que el Ministerio de Hacienda en asocio con el Banco de la República den más luces de qué quieren con el dólar.

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