La crisis del sector cafetero no comenzó semana pasada, tampoco el mes pasado ni el año anterior. El punto inicial de la crisis fue la caída del Pacto Internacional de Cuotas en junio de 1989, circunstancia que obligó a los cafeteros a trabajar bajo otro esquema de mercado.
El pacto de cuotas implementado por la Organización Internacional del Café en 1960, consistía en un mecanismo de ayuda económica que los países desarrollados, con altos niveles de consumo, brindaban a los productores del grano con niveles de ingreso per cápita bajos. Han pasado casi 24 años de este hecho y el sector no se ha podido recuperar. La modalidad de ayuda económica ahora proviene de las arcas del Estado.
¿Cuál es la razón de éste mal endémico? Analistas económicos consultados coinciden en que la baja productividad por hectárea es el mayor problema. Mientras en Brasil el promedio por hectárea es de 25 cargas, en Colombia con mucha dificultad se llega a 9, lo cual hace costosa la actividad y poco o nada rentable.
En este punto, el paquete de ayuda establecido el pasado 3 de marzo para el 95% de los productores del país, quedó en $115 mil por carga de café pergamino seco, es decir, un 22% del precio base vigente en ese momento, llegando a un nivel de $636 mil la carga. Resumiendo: la ayuda del Gobierno para este año llega a los $600 mil millones, asumiendo que no se presenten otro tipo de peticiones en los próximos días.
Otro inconveniente detectado se refiere a la institucionalidad cafetera, cuestionada por impedir la libre competencia, acudiendo a mecanismos para regular el mercado, y de esa forma legitimar la “caracterización del café suave”.
Cuando el pacto de cuotas terminó, Colombia era el segundo productor después de Brasil con una cosecha que oscilaba entre los 11 y 14 millones de sacos. Un nuevo actor que no estaba en los cálculos de nadie entró a la lucha por la conquista del mercado: Vietnam. Hoy es el segundo productor mundial que en 2012 alcanzó los 20 millones de sacos. Colombia se ha visto relegada a la quinta posición y a duras penas alcanzó los 8 millones. Esta baja en la producción se entiende por los programas de renovación de cafetales y factores medioambientales, pero este última es una causa que también afecta la competencia.
Otro origen de la crisis según los analistas económicos, es la falta de innovación para entrar a nuevos mercados. En este aspecto es importante aclarar que el café es la bebida más consumida en los países desarrollados. Por término medio, a nivel mundial una persona consume 1,5 kilogramos anualmente. Los finlandeses y los noruegos son los mayores con un promedio de 11 kilogramos por persona. Estados Unidos consume 4,5 kilogramos por persona al año.
Estos países son parte del grupo de los 32 grandes importadores que adquieren la mitad de la producción global, que en 2013 ascendió a 135,3 millones de sacos, de los cuales Colombia aportó 8, Brasil 43,5, Vietnam 20 e indonesia 8,3. La otra mitad de la producción la adquieren seis poderosas multinacionales entre las que se destacan Nestlé, Procter & Gamble, Kraft y Sara Lee.
En un mercado de libre competencia es comprensible que los precios bajos en la oferta influyan a la hora de cerrar una negociación, y las multinacionales no tienen gran reparo en la compra de cafés de menor calidad, pues mezclan muchas variedades que luego etiquetan con sus propias marcas. La clientela global la tienen cautiva, gracias a un sofisticado plan de branding.
En todo caso, los datos muestran que el mercado del café está en crecimiento permanente, por consiguiente, hay espacio para todos los productores de cualquier parte del planeta.
El sector cafetero de los colombianos tiene suficientes pergaminos que debe hacer valer: una marca posicionada como “el mejor café del mundo”; un certificado de Denominación de Origen Protegido conferido por la UE en 2007; Juan Valdez y su mula Conchita que en 2005 fueron elegidos como el ícono de publicidad de mayor penetración y crédito en el mundo. Pero definitivamente, el reto que hoy tienen los caficultores es optimizar el rendimiento de las hectáreas cultivadas, donde la calidad sea el factor determinante para mantener en nivel alto el prestigio logrado en más de cien años de trabajo responsable.