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ANALISTAS

Para tormentos, la movilidad

lunes, 2 de diciembre de 2013
La República Más
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Las ciudades colombianas crecen de manera veloz en medio de problemas que no se atacan con responsabilidad y con ingenio, lo que hace que el diario vivir se deteriore dramáticamente en medio de la desidia, el abandono y la desesperanza.

Pareciera que los responsables de velar por el desarrollo y la calidad de vida de los habitantes, sintieran cierto deleite morboso al contemplar a los ciudadanos batallando contra las adversidades, que terminan golpeándolos cruel y despiadadamente. 

Si observamos con detenimiento el atroz panorama de la movilidad, encontramos que su lamentable estado se debe en buena parte a una cadena interminable de deficiencias que nadie aborda y que más bien, esquivan con doloso comportamiento. 

¿Qué refleja ese panorama? Huecos que nunca se tapan y que su tamaño crece dramáticamente todos los días; alcantarillas destapadas que se convierten en verdaderas trampas; semáforos que no funcionan, o que su estado técnico produce toda clase de desentono con lo que debe ser el flujo vehicular; carencia de señalización que impide a quienes no conocen bien determinado sector, fluir de manera ágil; exceso de semáforos en vías principales, generando obstáculos que eliminan las velocidades para las cuales fueron construidas; caos en el transporte público, en donde los buses se toman todos los carriles y parquean atravesados y dejan pasajeros en la mitad de las vías, sin que nadie les diga nada ni los sancione; varados o estrellados que permanecen en la calle por tiempo indefinido, sin que sean apartados para permitir la normalidad del tráfico; mal uso de los carriles, en donde los vehículos de menor velocidad toman el lado rápido; indigentes, limosneros y vendedores ambulantes que se toman las vías y que producen toda clase de congestión obligando a los vehículos a hacer toda impresionantes malabares; motociclistas que invaden cualquier espacio y dejan atrapados a todos los vehículos; camiones de carga en horas pico que se convierten en verdaderos tapones para la circulación, y peatones que se lanzan a cruzar las calles ignorando el movimiento vehicular e irrespetando la señal de los semáforos. 

Y estoy seguro que podríamos seguir extendiendo este listado, en donde podemos concluir que todo es falta de disciplina, de autoridad, de manejo oportuno de los contratiempos que se puedan presentar, de sembrar una cultura ciudadana de largo plazo y de exigir a los responsables la dirección acertada y oportuna de los asuntos que les fueron confiados. 

Y entonces, la pregunta de siempre es ¿dónde está la autoridad? Nadie la ve, nadie la siente, nadie sabe en dónde está ni en qué se ocupa. El tiempo pasa y todo sigue igual, o tal vez peor. 

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