Cada vez que se vislumbra un camino para la paz el primer tema en la mesa de negociaciones es el agrario. ¿Por qué espera el país a que lo exija la delincuencia narco-guerrillera? ¿Por qué si esta es la primera culpable de la pobreza rural y de sus desplazamientos? La respuesta no es otra que la negligencia estatal para establecer políticas de desarrollo rural. El sector rural y sus campesinos no tienen una participación prioritaria en las cuentas del Estado.
Será posible que dos ex-generales, un político, un sicólogo y un dirigente industrial, de una parte, y de la otra un grupo de guerrilleros quienes en su conjunto solo conocen el funcionamiento de un lápiz y de un fusil puedan establecer programas de desarrollo rural que durante un siglo no han podido establecer decenas de ministros tan retóricos como los guerrilleros?
Se dice que “del dicho al hecho hay mucho trecho” y aquí cae este refrán “como argolla al dedo”. El actual gobierno es de mucho dialogo retórico, muchos dichos y pocos hechos. Se promete con falsa retórica y se incumple a la justicia social. El resultado como tantas veces lo he transcrito en mis columnas es que ante la ausencia de políticas integrales y bien estructuradas para el sector rural colombiano este se convierte cada día más en un caldo de cultivo para la violencia narco-guerrillera que azota el país.
¿De qué sirve que un Ministerio de Agricultura se convierta en una oficina de notariado y registro al mismo tiempo que descuida sus funciones de desarrollo y bienestar social? ¿De qué sirven las políticas de “Zonas de Reserva Campesinas”, de “Unidades Agrícolas Familiares -UAF, de “Restitución de Tierras”, de “Permanencia Sostenibilidad y Futuro cafetero” si en cada uno de esos programas los campesinos son abandonados a su suerte sin ningún apoyo de tecnología, comercialización, vías de comunicación, educación, salud, y mucho menos financiero o de tasa de cambio competitiva? Pero más grave aún es el hecho de incentivar a los campesinos a endeudarse para cultivar a perdida como es el caso de los cafeteros.
Llevamos muchos años de parafernalia respecto de los Tratados de Libre Comercio y no existe un solo estudio, o por lo menos no existe su difusión sobre cuáles son los productos, especialmente los agrícolas, que son competitivos y como se van a promover y apoyar.
Mientras el país estalla en protestas promovidas por la Farc y políticos que buscan votos, reclamaciones que no sabemos dónde van a terminar y cuántas vidas pueden costar, las únicas respuestas a estas reclamaciones son las del Presidente anunciando en forma teatral la firmeza del Estado al mismo tiempo que se abraza con un gobernante venezolano que apoya a la guerrilla, unos Ministros de Agricultura, gobierno y Minas retóricos y despistados y un Vicepresidente que no viaja en clase económica con “zarrapastrosos” pero que le pide al Ministro de Hacienda que “se unte de pueblo”. Para completar el Sr. Gabriel Silva en medio de sus “etílicos delirium tremens” adula un gobierno por sus ineficientes e ineficaces diálogos al tiempo que acusa al anterior de haber actuado a sangre y fuego cuando bien conoce la ausencia de estos hechos pues el mismo y el actual presidente fueron sus ministros de Defensa.
Que Dios salve a Colombia de tanta negligencia, miseria humana, áulicos del presidente y falsas promesas.