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ANALISTAS

La pataleta tributaria de Correa

miércoles, 17 de junio de 2015
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“El papa me hizo hacerlo” fue la excusa de Rafael Correa para retirar los dos proyectos de ley que amenazaban con terminar prematuramente su prolongado mandato.

Uno, el llamado “impuesto a las herencias” fijaba una tarifa hasta del 77,5% a los bienes heredados a los hijos y el otro, un “impuesto a la plusvalía”, buscaba gravar a quienes se vieran beneficiados con la valorización extraordinaria de bienes inmuebles.

Dando por descontado que la mayoría gubernamental en la Asamblea procedería a  ferrocarrilear la iniciativa, la oposición se volcó determinada las calles para bloquear las propuestas del patrón de Carondelet.

Las protestas, que llenaron de banderas negras las principales ciudades del país, tomaron por sorpresa al gobierno. Lo que en principio parecería un bocatto di cardenal populista, más impuestos a los ricos, se convirtió en una causa opositora que trascendió las barreras sociales.

Aunque Correa salió rabiosamente a vociferar que las iniciativas buscaban “la redistribución de la riqueza” y el castigo a los “frutos de la especulación con inmuebles”, afectando solo “a los herederos más ricos, menos del 2% de la población”, la gente no comió cuento.

Los marchantes claramente no pertenecían solo a la casta rabiblanca del Ecuador sino a una selección transversal de la sociedad ecuatoriana que incluía a empresarios, clase media, intelectuales y otros grupos hastiados de ocho años de dictablanda. 

Crear impuestos confiscatorios a las herencias, como propone Correa, es particularmente controversial porque si bien contribuye a la castigar las ganancias de capital y por lo tanto a promueve la igualdad, también castiga el emprendimiento y el triunfo empresarial. ¿Por qué expropiar en su muerte a un empresario que ha generado valor social, empleo e innovación? ¿Por qué penalizar el ahorro y la austeridad de quien acumula capital para traspasarlo a sus descendientes, mientras que se premia a quien lo gasta?

Al final, el pretexto de la llegada del papa, quien visitará el país el próximo 5 de julio, fue suficiente para que Correa, al día siguiente de solicitar un referendo revocatorio, reculara y archivara “temporalmente” las controversiales iniciativas.

Lástima, porque Correa había dado en el clavo sobre el debate tributario contemporáneo.

El problema de la desigualdad, como lo explicó Piketty en 577 páginas, es que el retorno del capital es superior al crecimiento de la economía, ergo quienes tienen capital acumulan cada vez más que quienes no tienen. O dicho de otra forma, los ricos se hacen más ricos, más rápido, que los demás, así estos también mejoren en algo.

La respuesta para cerrar la brecha es impuestos al capital y a los ingresos del capital, como los impuestos de renta, los dividendos, las herencias, el patrimonio o la plusvalía, que en Colombia llamamos de valorización. Sin embargo, crear tributos de estas características, con altas tasas, en un mundo globalizado es pegarse un tiro en el pie.

Actualmente el capital es  móvil y buscará refugio donde tenga las mejores condiciones. Cada dólar que sale de Ecuador encontrará decenas de Panamás dispuestas a recibirlos con las manos abiertas. Además, crear estructuras jurídicas usando paraísos fiscales para evadir estos impuestos es pasmosamente simple. 

De ahí que la propuesta de Piketty sea un impuesto global al capital, que en sus propias palabras resulta “utópico”, por lo menos por ahora.

A mi personalmente me gusta la solución planteada en la reforma tributaria de Juan Ricardo Ortega, que es hacer más haciendo menos. En vez de subir las tasas, como propone Correa, en Colombia se bajaron del 33% al 10%. Esto hace que ya no valga la pena evadir, ni crear sociedades y fundaciones off shore, ni hacer toda clase de piruetas fiscales para evitarse la ganancia ocasional generada por las sucesiones y las transacciones sobre activos valorizados.

Esto, que ha dejado a una cantidad de abogados sin trabajo, no solamente es justo y transparente sino que ha empezado a llenar las arcas de la Dian.

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