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ANALISTAS

Ineficaces apoyos al café

martes, 5 de febrero de 2013
La República Más
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Mientras la producción de café en Colombia se redujo a la mitad en las últimas dos décadas,  Brasil más que la duplicó sustituyendo su ineficaz Instituto Brasilero del Café (IBC) por unas cooperativas que hoy son ejemplo en el mundo. De esta forma y en un mercado creciente, Brasil incrementó su participación del 25 al 35% mientras Colombia la redujo del 15 al  5.5%

 
No se compadece esta situación con el permanente ‘auto-adularse’ de la Federación Nacional de Cafeteros sobre su encomiable labor ni con las frecuentes afirmaciones  del Gobierno de que ejecuta anualmente un generoso apoyo a la actividad cafetera por un valor de $300.000 millones. 
 
Seguramente parte de estos dineros -los demás se desconocen y no se entregan directamente al campesino- se refieren a los subsidios en los créditos para reinstalar 300 mil hectáreas  con las cuales se está endeudando a los productores. Las cuotas de capital y los intereses  serán imposibles de pagar con un cultivo no rentable. ¿Conoce su responsabilidad el Estado y la Institucionalidad cafetera en la eventual pérdida de la propiedad de un campesino estimulado a invertir a pérdida? Desde ya se oyen las suplicas de una moratoria para estos créditos. 
 
En resumen se han buscado soluciones complejas a problemas simples. “Dale a un hombre un pez y comerá una vez, enséñale a pescar y comerá toda su vida”. 
 
La mejor  forma en que se puede apoyar al campesino caficultor es incentivando su diversificación en alimentos de pan coger para estabilizar su autoabastecimiento e  ingresos.  Al mismo tiempo debe de estimulársele en la productividad de su cafetal mediante renovaciones periódicas y buena fertilización. No promoviendo reinstalaciones o ampliaciones de la frontera cafetera cuando las actuales plantaciones, por su vejez, no son eficientes.
 
Debe romperse el círculo vicioso de que no se renuevan los cafetales por poda cuando hay malos precios porque se necesita hasta el último árbol y grano para comprar alimentos, como tampoco se ejecuta esta labor cuando los precios están altos porque estos no se pueden desaprovechar. El resultado final es el permanente envejecimiento de los cultivos y consecuente pérdida de productividad que es el único patrimonio del campesino. 
 
De otra parte, los propios campesinos pagan un impuesto llamado “contribución cafetera” a la institucionalidad de seis centavos de dólar por cada libra exportada, equivalente al 4% sobre ingresos brutos, que ninguna otra actividad económica soporta.  Estos dineros que superan los $130.000 millones anuales (muchísimo mayores en el pasado)  se les han retenido bajo la falsa promesa de que es un ahorro para el futuro. Esto es una utopía ya que el Fondo Nacional del café tiene un permanente déficit que deteriora  su ya exiguo capital por efecto de la burocracia  institucional y las pérdidas en la comercialización del café por excesivos e innecesarios gastos. Estás pérdidas o déficit superan en los últimos años más de US$500 millones.
 
La no eficacia en los apoyos gubernamentales y en las políticas de la Federación y las constantes pérdidas o déficit del Fondo Nacional del Café fundamenta la urgente necesidad de reformar las instituciones cafeteras que cumplen casi noventa años sin una sola reestructuración de fondo y sin la menor intención de adaptarse al constante cambio de las variables de producción y comercialización que la  rodean. Por tal razón,  la actividad cafetera y la misma institucionalidad van hacia un punto de no retorno.
 
“No sobrevive el más fuerte sino quien más rápido se adapte a los cambios”. 
 
Charles Darwin
 

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