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¿Apague y vámonos?

miércoles, 13 de enero de 2016
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No han pasado quince días y muchos se están quejando de lo duro que ha sido el año. De hecho la revista Semana tituló con esas mismas palabras su última edición, lo que refleja el pesimismo creciente sobre lo que nos depara 2016.

Sin duda, las cosas pintan difíciles. Como en pocas oportunidades, el año nuevo trajo una avalancha de noticias negativas para la economía que han desinflado las pocas expectativas optimistas que quedaban.

El tan esperado aumento de tasas en los Estados Unidos se materializó en diciembre y sus efectos, aunque en buena medida ya descontados por los mercados, se están empezando a sentir. La desaceleración China ya es una realidad y las autoridades de ese país han resultado atípicamente incapaces de darle a un manejo adecuado a la situación.

El crack bursátil en cámara lenta que viene ocurriendo en China desde mediados del año pasado es el síntoma de una economía con exceso de capacidad y de deuda. No parecería posible que se pueda mantener el ritmo de crecimiento con un modelo económico sustentado en la inversión y en la exportación de mano de obra barata. El cambio del modelo hacía uno de consumo será traumático. En consecuencia, los precios de los commodities, que estaban determinados por la demanda de ese país, demorarán bastante rato en recuperarse.

Lo que me lleva al precio del petróleo. La razón fundamental de la caída del precio es la persistencia de los sauditas en extraer todo el crudo que puedan y más. Desde el punto de vista estratégico esta decisión tiene todo el sentido. Por un lado, liquidan a la industria del fracking norteamericana, la cual ha resultado más resistente de lo esperado, y por otro, arrodillan a Irán, su archienemigo en la región. 

Salvo un problema geopolítico estaremos con suerte, y mucha, si vemos un precio del petróleo cercano a los US$60 para finales del año. Esto quiere decir que la situación en Venezuela pasará, no de castaño a oscuro, sino de oscuro a mucho más oscuro. El choque de trenes entre la Asamblea Nacional y el gobierno está comenzando. Y en materia económica el personajillo que nombraron como ministro de economía, un tal Luis Salas, se estrenó diciendo que  la ley de la oferta y la demanda no existía y que la inflación no “era de la vida real”. Como van las cosas es muy probable una verdadera hambruna en Venezuela.

Podría seguir. Todavía me falta hablar de más impuestos, del salario mínimo demandado por los trabajadores, de la inflación descarriada, del fenómeno del Niño, de la controversial venta de Isagen y del déficit de cuenta corriente. Eso solo en el tema económico. En materia de paz, prepárense para un banquete de sapos en materia de justicia, para la definición de las siete o más zonitas de distensión, para una prórroga de las negociaciones más allá del 23 de marzo y para que el ELN siga mamando gallo, todo en medio de una campaña para un plebiscito que no está ganado.

Ante este panorama no los culpo si me acusan de delirio cuando les diga que frescos, que todo va a salir bien.

Porque va a salir bien. Las bases de la economía colombiana siguen sólidas. Tenemos un aparato productivo relativamente diversificado, la demanda interna sigue a buen ritmo, la inflación empezará a ceder, el déficit fiscal es financiable, hay sustitución de importaciones, especialmente de las agrícolas, las 4G y el PIPE darán un estímulo keynesiano a la economía y, sobretodo, el sector financiero está como un roble. 

A nivel internacional se espera que por fin se recupere la eurozona y que los países de Asia, China incluida, eviten caer en una devaluación competitiva de sus monedas, lo cual llevaría a un crecimiento moderado pero simétrico de los motores económicos del mundo.

En materia política, si el proceso de paz, con todas sus vicisitudes, avanza según lo previsto (y sin constituyente, como quiere Uribe y las Farc), el país tendrá el fin de un conflicto de 50 años que ha sido como un yunque atado al pie. 

Por eso soy optimista…y porque no queda de otra.

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