“Para todo en la vida, ya sea salvarse o iniciar una empresa lo más importante es la persistencia”

Las dificultades no solo suelen dejar una enseñanza, sino que también tienen la característica de hacernos más fuertes, ya que desarrollamos habilidades que desconocíamos. El empresario Alberto Mishaan aprendió esta lección tras padecer Guillian-Barré (GB), una de las enfermedades más dolorosas que existe y que en Colombia ha crecido como efecto del zika en los últimos años.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a pesar de que aún no se ha podido comprobar en 100% esa relación, sí hay una fuerte correlación entre el crecimiento exponencial de la enfermedad en los países más afectados por la epidemia.

Sin embargo, el zika no fue lo que afectó a Mishaan, quien en su libro “Mañana te espero de pie”, narra cómo un almuerzo y la intoxicación por un marisco fue lo que lo llevó a durar meses paralizado en un hospital de EE.UU. En su obra también relata cómo el soporte de su familia y las técnicas de relajación lo ayudaron a salir adelante. En entrevista con LR, Mishaan dio detalles del libro y su recuperación.

¿Cuándo decidió escribir “Mañana te espero de pie”?
Fue cuando salí del hospital, con la idea de ayudar a otra gente que sufre Guillain-Barré o enfermedades similares para mostrar cómo pueden manejar esta situación, tanto las personas, como la familia, porque del GB hay poco conocimiento, entonces ni los médicos, ni las personas saben cómo manejarlo.

Hay enfermedades que son más fáciles de aceptar. En este caso, que es por una bacteria, ¿qué tan fácil fue asimilarlo?
Es una enfermedad que me dio por comer mariscos en un almuerzo. Me dio una intoxicación y a los 18 días que se incubó quedé paralizado en menos de 24 horas. Yo no estaba preparado para este tipo de enfermedad. Cuando me dio dije “esto no es conmigo, esto no puede ser” y pensaba que iba a estar en el hospital una semana. Pero, pasaron varios meses y seguía paralizado y cada vez era más doloroso. Ahí fue cuando tuve que aceptar la realidad.

En ese momento tomé la decisión. Pensé: tengo dos alternativas o me entrego, que obviamente la consecuencia es morir; o la enfrento. Decidí que quería salvarme y continuar con la vida porque tenía muchas cosas a favor, como mi familia y la ganas de vivir. En ese momento todo mi esfuerzo fue para recuperarme. El primer año que pasé en el hospital lo llamo el de la salvación, del cual ocho meses estuve en cuidados intensivos.

Necesitó mucha disciplina mental. En el libro habla del Chi kung, ¿cómo le ayudó ese año?
Primero que todo, en algunos hospitales de EE.UU. para tratar con la gente que tiene esta enfermedad o similares usualmente usan morfina para no lidiar con el paciente. Preguntan todos los días cuánto dolor tiene uno de uno a 10. Si dices seis te dan morfina. Y en ese tiempo una persona que me visitó, que le había dado GB, me dijo que lo más difícil después de sobrevivir fue romper la adicción a la morfina. En ese momento decidí que no iba a irme por ese camino, que tenía que manejarlo solo. Tuve que manejar el dolor y la situación en mi mente. Y es algo muy difícil porque uno está en un cuarto prisionero, donde no hay ventanas, no hay luz del día, no hay nada. Así que lo que hacía era meditar y usaba el Chi kung. He meditado por 20 años todas las mañanas y esa es la manera como la mente se puede apoderar del cuerpo. Yo trataba de ayudar a mis órganos.

Para esta enfermedad no hay ninguna medicina. Entonces me concentro en cada órgano para que funcione bien, porque en ella el sistema inmune ataca a la capa de los nervios, que es la mielina, y la cabeza deja de tener conexión con los músculos de cada órgano. La meditación la usaba para la enfermedad o para salir y escaparme de la habitación.

Los empresarios están enfocados 100% en el trabajo, ¿qué consejo les da después de estar en los dos lados?
Las prioridades las cambié. He sido empresario toda mi vida y antes el número uno era el trabajo, después la familia, y luego la persona, es decir, mi cuidado. Ahora lo primero es la persona, porque si uno no tiene salud, puede tener todo lo que quiera, toda la plata del mundo, pero de nada sirve. Luego, creer en Dios. En mi proceso, Dios me ayudó a salvarme. También la familia es muy importante, el amor de la familia, y eso requiere tiempo. Y luego viene el trabajo.

Aunque ahora, en mi caso, quiero es ayudar a otra gente. Afortunadamente, tuve los recursos y con el apoyo de mi familia pude salir adelante, pero hay muchas personas que no tienen los recursos, entonces me dedico ahora a la Responsabilidad Social. Por ejemplo, toda la plata de este libro la estoy donando a la fundación en Cartagena Granitos de Paz. Esas son mis prioridades.

¿Y para los emprendedores se puede encontrar ese balance?
Sí. Uno puede sacar tiempo para todo. Solo hay que fijar metas a corto y largo plazo y ser persistente. Cada tema tratarlo como un proyecto. Sacar la empresa adelante es uno. Yo he transformado compañías estancadas a ser rentables. También he creado firmas de cero y cuando son empresas de familia hay que tener un equilibrio. Pero, básicamente, es importante compartir la misión y visión de la empresa con miembros de familia y directivos, hacer planes estratégicos, seguimiento y persistencia. En todo, ya sea en la vida, salvarse o empezar una empresa, lo más importante es la persistencia.

La rutina es día a día. ¿Cómo es esa rutina diaria ahora y cómo va la recuperación?
Hago de dos a seis horas de terapia, porque la única manera de recuperarme ahora es a través de esto. Hago tres tipos de terapia: física, ocupacional y del habla con fonoaudiología. En este momento estoy caminando con un caminador y eso fue todo un proceso, porque tuve que aprender todo de nuevo, como cuando nace un bebé. Yo volví a renacer.

Me tocó hacer terapia del habla y acá debí aprender no solo a hablar, sino a respirar. Luego hago terapia física para poder caminar. Todos los movimientos que hace un bebé, eso mismo lo hace uno, empieza gateando, luego se pone de pie, se cae, y empieza a caminar lentamente. La parte final es todo lo que tiene que ver con motricidad de brazos y manos.

Después de la gimnasia en la tarde varias horas las dejo para el trabajo. Hoy en día trabajo mucho por Skype, hago reuniones por ahí, atiendo personas en la casa y uso mucho el computador. Y obviamente leo correos, contesto, en fin, esa es la rutina.

Es importante ponerse metas y proyectos. ¿Ahora qué metas tiene?Primero, quiero poder caminar. Yo tengo un hijo que se casa en mayo, me gustaría poder caminar en su boda. Segundo, quiero poder con mis manos vestirme solo. Y hago ciertas cosas, pero espero poder manejar bien los dedos para completar mi rutina diaria; esa que todos damos por hecho. También quiero poder escribir bien. Ya a largo plazo mis metas son manejar, nadar, esquiar en la nieve y en el agua.

El positivismo de toda la familia también ayudó mucho. ¿Eso lo aprendieron con la enfermedad?
Mi familia colaboró desde el primer día. Ellos viajaban a Estados Unidos, cada semana viajaba un hijo y mi señora me acompañó durante todos los dos años y tres meses que duré en EE.UU. Hoy en día hablo con mis hijos todos los días, no vivimos en la misma ciudad, pero todos los días compartimos. Y cada uno de ellos aprendió algo importante de esta enfermedad, le sacamos provecho y nos unió muchísimo a través del amor. Es amor, amor y amor. Y eso fue creciendo.

Con su libro Mishaan busca poder ayudar a personas y familias que pasan por lo mismo y que desconocen cómo funciona esta enfermedad, que cuando se trata de la mejor manera, tiene posibilidades de recuperación. Ahora, según Santiago Rojas, esta enfermedad tienen diferentes variedades y en su mayoría no es tan fuerte como la que le pasó a Alberto, cuando puede llegar a ser letal porque el pulmón deja de funcionar. Sin embargo, en el país se ha aprendido y se trata muy bien. Sobre el caso específico de Mishaan, Rojas explicó que es un ejemplo de admirar "es un hombre maravilloso y la fortaleza que tiene es increíble".