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La historia del clavadista colombiano Orlando Duque en las alturas

domingo, 10 de agosto de 2014
Foto: Colprensa
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Colprensa

El colombiano compitió desde el pasado viernes en la República de Tataristán junto a los también colombianos Christian Arayón y Miguel García. 

La competencia se llevó a cabo en el río Kazanka, donde la organización construyó doble plataforma para la competencia y, una más para la transmisión de televisión. 

Su historia
Orlando Duque Llegó a convertirse en el mejor clavadista del mundo gracias al fútbol: “Entrenaba en una cancha que quedaba atrás de las piscinas panamericanas en Cali, después de sudar y dar patadas, me gustaba pasar por la piscina para ver a los clavadistas. En una de esas visitas una de las entrenadoras me preguntó si quería aprender. Le dije que sí”. 

En esa época, cuando tenía 10 años, el agua no era su mejor amiga: “no me gustaba bañarme. La piscina me encantaba y mi mamá me llevaba casi todos los fines de semana, pero cuando empecé a entrenar clavados no estaba seguro de si sabía nadar o no. Podía flotar, pero no estaba seguro de si iba a lograr salir de la parte más profunda de la piscina”. 

Nació un 11 de septiembre y su destino estaba ligado con las alturas y las caídas. Cuando era niño sufrió un accidente típico: se cayó de un árbol de mango. En sus noches de insomnio repite sus saltos una y otra vez en su pantalla mental, y sueña constantemente con caídas desde árboles, techos, piedras o flota en el aire sin caer. 

Arrebatado de las garras del deporte más popular del mundo, Orlando se aburrió de saltar en las azules y cuadriculadas aguas de las piscinas, de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en solo tres segundos, y decidió buscar los riscos más escarpados del mundo: “Esto de los clavados extremos incluye todo lo que me gusta de los convencionales, con la emoción extra de saltar en diferentes sitios. He corrido con suerte de haber tenido muy buenos resultados que me han llevado a medio mundo”. 

Uno de esos sitios queda en Hawai, donde ha vivido durante varios años. Se trata de un acantilado sagrado en el que ha ganado alguno de sus incontables títulos y en el que, en el siglo XVIII, el Rey Kahekili se lanzaba al vacío junto con sus guerreros para probar su valentía y lealtad. 

“Allí, para lograr efectuar la copa mundial de saltos de altura en 2000, nos involucramos con la gente que entendía y sabía la historia del lugar y nos explicaron la forma más correcta de hacerlo sin irrespetar a sus antepasados. La idea es disfrutar y recordar a un rey muy querido que tenía una pasión por los clavados”, dijo Duque. 

Orlando practicó clavados olímpicos por 10 años en Colombia y estuvo a punto de ir a las olimpiadas de Barcelona en 1992: “A mi y a otro clavadista colombiano, Cesar Suárez, nos dieron un puntaje que supuestamente debíamos superar para poder participar en los Juegos Olímpicos. Cesar y yo lo logramos y quedamos muy emocionados pensando que íbamos para España. Después de un tiempo nos dieron la noticia de que el Comité Olímpico no tenía ni una casilla para clavadistas. Me imagino que nos dijeron ese puntaje con la esperanza de que no lo lográramos, pero sí pudimos”. 

Luego de ese desplante se cansó de la monotonía de saltar siempre en una piscina. La solución se la dio un amigo, Mario Ovale, que había ido a trabajar a un parque de atracciones a Austria, el Safaripark Ganserndorf, en Viena, y lo invitó. Firmó un contrato por tres años, se vestía de payaso y saltaba desde una grúa de 25 metros de altura a una piscina llena de fuego, de siete metros de diámetro y tres de profundidad. “Desde esa altura la piscina se veía como un cenicero”, afirma. 

Luego un parque en Hawaii lo invitó a hacer saltos y sucumbió ante los encantos de Lee Ann, su esposa. Llevan varios años casados y tienen una casa a cien metros de la playa en un pequeño pueblo, Laie, a 40 minutos de la parte más espectacular de la isla: Honolulu, en Hawai. 

Duque ha sido nueve veces campeón en el circuito mundial de clavados extremos, impulsados por Red Bull, que tiene varias estaciones pasando por Hawai, Italia, Mónaco y Australia, entre otros lugares. En 2006 el salto del campeonato mundial que ganó, entró en los libros de los Récords Guinness: fue en 2000, en el Red Bull Cliff Diving World Series, el único participante al que los siete jueces le dieron la máxima calificación: 10 sobre 10. 

Pero no todo ha sido felicidad, porque Orlando ha sufrido varias lesiones, de las que cuenta que en 2002 “pasé dos meses en los que solo me podía sentar de lado (lesión de coxis), pero no dejé de saltar y al cabo de cuatro semanas ya estaba en 22 metros. Aparte de ese accidente, en 1992 me partí una muñeca en Cali, y en 2003 durante un entrenamiento tuve una contusión cerebral, terminé en la sala de urgencias del hospital y perdí la memoria de casi doce horas antes del incidente”. 

“Lo más difícil que me tocó hacer cuando me lesioné fue estar en las paradas del mundial sin competir. Pero cuando volví, me sentí muy bien y al saltar, todo funcionó”, añadió Orlando, quien tiene su marca personal en el salto más alto en 34 metros, realizado para la película 9 Dives, dirigida por su amigo Mario Krauzer. 

Con Krauzer terminó a principios de 2006 un documental sobre el Tsunami de 2004. Recorrieron Tailandia, visitaron las organizaciones de voluntarios que estaban trabajando en la región, fueron a talleres donde construyen botes y muebles para reponer las pérdidas, y a un orfanato en donde hacen una terapia en la que los niños nadaron y jugaron con el equipo para ayudarlos a superar el temor que les quedó después de la tragedia. 

Orlando entrena cinco o seis veces por semana, salta 70 veces sobre una cama elástica, 50 sobre una piscina, pasa dos o tres horas diarias en el agua, lee, su libro favorito es 'Ensayo sobre la ceguera', de José Saramago, corre en la mañana, trabaja el tronco, en la tarde monta bicicleta, hace trabajo de fuerza general, y tres veces a la semana va a la piscina a efectuar el entrenamiento específico de clavados, ese que hoy lo tiene como el primer colombiano que en la historia gana un oro Mundial de un certamen Fina.

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