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Colón ganó el islote para la Corona de España, pasó por manos suecas (de ahí los nombres de las calles en Gustavia, la capital) y hoy es francesa y lugar de descanso de adinerados estadounidenses y cada vez más rusos. Un islote de lujo en el que se alternan múltiples nacionalidades.
A los franceses llegados de París se les reconoce fácilmente. Visten de negro. Sus gafas oscuras esconden las ojeras y la mella del jet lag, pero no pueden ocultar ese tono cetrino de sus rostros. Tampoco ese ‘ je ne se quai’ de superioridad que confiere el jugar en casa. Aunque ellos parezcan pequeñas cucarachas pálidas y sean los elementos discordantes de este paraíso soleado y turquesa, la isla más exclusiva, chic, cara y sofisticada del Caribe es suya. C’est la France a 6.700 kilómetros de París.
Por proximidad, son los norteamericanos quienes más disfrutan de este destino, aunque su himno sea La Marsellesa y no el The Star-Spangled Banner.
“Es lo más cerca que podemos estar de la Costa Azul sin cruzar el Atlántico”, dice Anthony Huffman, un empresario de Chicago, mientras deja una propina de US$136 en el restaurante del hotel Saint-Barth Isle de France.
El servicio lo valía, y el gazpacho de guisantes, también.
Los participantes asistieron a cuatro sesiones de 10 minutos de distintas disciplinas, denominadas "Correr en el Louvre"
La dulzura y Camino al sol, que ganó el Latin Grammy 2023 a Mejor Álbum Folklórico, son los últimos discos de estos artistas