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Felipe Conde, el fabricante de guitarras de Dylan, Kravitz, Cohen y de Lucía

martes, 27 de enero de 2015
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Una tarde de 2011, el guitarrero Felipe Conde (Madrid, 24 de agosto de 1957) recibió en su taller la llamada entusiasmada de su mujer: “¿Estás viendo los Premios Príncipe de Asturias? ¡Leonard Cohen no deja de nombrar las guitarras Conde!”, le dijo sin poder contener su alborozo. Al humilde lutier la noticia le sonó a música celestial: como el Hallelujah del bardo canadiense cantado en una catedral. No tardaría en enterarse de la repercusión global de sus palabras.

Durante la ceremonia, Cohen recordó cómo encontró la inspiración para su discurso mientras hacía las maletas en Los Ángeles: “Tengo una guitarra Conde, hecha en España en el gran taller de la calle Gravina: un hermoso instrumento que conseguí hace más de 40 años”, comenzó explicando el Príncipe de Asturias de las Letras. “La saqué del estuche, la sostuve en mis manos y parecía estar llena de helio de lo ligera que era. Me acerqué a su boca de hermoso diseño y respiré la fragancia de la madera viva, pues la madera nunca muere. Respiré el perfume del cedro, tan fresco como el primer día, y una voz pareció decirme: ‘Ya eres un hombre viejo y no has dado las gracias’”.

De modo que acabó dándoselas en su alocución. A Conde y a un joven guitarrista español que conoció casualmente en un parque de Montreal a comienzos de los 70. El chico le afinó su maltratada guitarra, diferente a la que adquirió en el taller madrileño, y accedió a darle un par de clases. Nunca acudió a la tercera cita porque se quitó la vida, pero con el tiempo, los seis acordes que le enseñó fueron la base de todas sus canciones. “Lo de Leonard Cohen fue increíble, el máximo reconocimiento público que hemos tenido. Su guitarra no la hice yo, sino mi padre y mi tío, pero me gustaría contactar con él porque seguramente necesitará reparación y mantenimiento”, dice Felipe Conde con su voz rasgada. Nos recibe en vísperas del Día de Reyes en su taller de la calle Arrieta, Cuatro, al lado del Teatro Real, adonde se mudó en 2010 tras dejar atrás los antiguos locales de Gravina y Felipe V.

El establecimiento (un bajo del edificio) es tan discreto como su dueño. No hay escaparates ni letreros en la fachada. Tan solo un grabado en las ventanas, a ras de acera, advierte de su presencia: “Felipe Conde. Guitarrero”. Sin embargo, como se aprecia en la colección de fotos de su salón, esta casa centenaria (fundada en 1915 por Domingo Esteso, el tío de su padre) ha construido cientos de guitarras para algunos de los principales maestros del mundo: de Sabicas a Leonard Cohen, pasando por Paco de Lucía, Bob Dylan, Cat Stevens o Los Habichuela. También forman parte de este pequeño santuario las que Felipe Conde fabricó personalmente para Al Di Meola, Lenny Kravitz, David Byrne o Rafael Riqueni. “Solo 15% de mis clientes son profesionales”, precisa el guitarrero, que ha recibido encargos de príncipes y nobles. “Antes de llegar al trono, el rey Felipe VI le regaló una de nuestras guitarras al emperador Akihito de Japón”.

Olor de las virutas
En su opinión, el artista que mejor ha ahondado en el alma de sus guitarras ha sido Paco de Lucía. “No hay comparación con el resto. Todavía estoy sintiendo su pérdida. Era muy humilde y fácil de trato, excepcional como artista y como persona. He arreglado varias veces la guitarra que tocaba en sus conciertos, construida por mi padre. Y la primera que yo hice, con 17 años, la conservan los familiares de su hermano, Ramón de Algeciras; está firmada con mi nombre y me gustaría recuperarla, pero tampoco está en malas manos, ¿no?”, sonríe el lutier, que se inició en el oficio a los 14 años. “Desde niño respiraba virutas. Mi primer trabajo fue pegar zoquetillos, pequeños tacos de madera que sirven para unir por dentro la tapa con el aro o contorno. Es un trabajo muy duro; me acabé quemando los dedos con la cola caliente por falta de experiencia”. Paciente y tenaz, además de guitarrero es licenciado en Derecho, aunque no ejerce. Sacó la carrera a duras penas, asistiendo a los nocturnos de la Complutense.

A sus 57 años, Conde sigue considerándose un aprendiz. “Para este oficio no vale cualquiera. Lo primero es conocer la técnica; si no la tienes, todo son tropezones. Cuando la aprendes, hay que manejar todas las fases de construcción: selección y secado de la madera, construcción, montaje, marquetería, barnizado y afinación”. No hay dos guitarras iguales.

Taller de 40 guitarras de concierto al año
Del taller de Felipe Conde salen unas 40 guitarras de concierto al año, la mitad clásicas y la mitad flamencas, además de un centenar de calidad media. “Las clásicas tienen un sonido más nítido y las flamencas más brillante”, precisa. En cualquier caso, ambas son verdaderas obras de arte. ¿Qué les distingue de la competencia? “Por una parte, los materiales, que son extremadamente antiguos y están sometidos a un secado natural; por otra, el uso de nuestras plantillas, algunas centenarias, y una construcción exquisita”. El resultado son guitarras ligeras y con un sonido potente.

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