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Pese a sus beneficios, la facilidad de la Inteligencia Artificial tiene una especie de lado oscuro. La dependencia excesiva a dicha tecnología puede atrofiar habilidades cognitivas y reducir la resiliencia mental
La IA de las películas llegó para quedarse en el día a día de nuestras vidas. De asistentes de voz a algoritmos de tráfico, hoy en día está detrás de la diversión y la productividad. Con chatbots generativos que producen texto o código en segundos, ya no solo automatizamos tareas, lastimosamente, también delegamos funciones humanas: pensar, crear, analizar y resolver problemas. Esto plantea una pregunta crucial: ¿La IA nos hace más perezosos? La inquietud va más allá del esfuerzo físico; se extiende a la posibilidad de atrofiar facultades cognitivas, creativas y de pensamiento crítico por falta de uso.
Una promesa etérea
La IA promete liberar nuestro potencial. Sus defensores argumentan que, al asumir labores repetitivas como la automatización de correos, clasificación de documentos o análisis, nos permite canalizar nuestra energía hacia desafíos complejos y estratégicos. En su mejor expresión, la IA amplifica al humano, al delegarle lo que nos da “pereza” hacer, con el fin de liberar nuestro potencial.
¿Cuál es el problema?
Pese a sus beneficios, la facilidad de la IA tiene una especie de lado oscuro. La dependencia excesiva puede atrofiar habilidades cognitivas y reducir la resiliencia mental. Delegar tareas como redactar o decidir debilita competencias; un estudio reciente de MIT (con población limitada) sugiere que “descargar tareas mentales a la IA podría hacernos más estúpidos” si el esfuerzo cognitivo no se ejercita. Otro estudio del “SBS Swiss Business School” sugiere que esto erosiona el pensamiento crítico y la resolución de problemas; la IA “predigiere” el saber, deteriorando memoria y la capacidad de aprendizaje profundo. La creatividad puede volverse superficial, y la inmediatez fomenta la reducción de atención y persistencia.
Un grave peligro es el fenómeno de las “alucinaciones” en IA generativa. Los LLMs no “comprenden”, sino que predicen. Cuando les falta información, “inventan” datos o referencias con convicción absoluta. “La IA generativa es como un practicante que lo que no sabe se lo inventa sin titubear.” Esta falta de “metaconocimiento” es crítica, con graves consecuencias en la toma de decisiones y la desinformación.
Además, la interacción constante con la IA puede generar adicción, ofreciendo gratificación inmediata y desconectándonos de habilidades reales. Un estudio de Cornell University correlaciona el uso excesivo de chatbots que tienen funciones de voz con una mayor soledad, dependencia emocional y menos interacción social real, llevando al largo plazo a más aislamiento, especialmente en quienes buscan apoyo emocional. Esto puede reducir nuestras habilidades sociales al intentar sustituir la interacción humana.
Conclusiones preliminares
La IA es una herramienta dual: tiene poder para productividad y diversión, pero, también, existe un riesgo latente de atrofia y desinformación.
El futuro no está en manos de la IA, sino en la inteligencia humana, la cual, tiene la responsabilidad de corregir sus sesgos y de marcar el camino en el desarrollo de una incipiente Inteligencia Artificial que, debería alcanzar un nivel socialmente responsable. Se trata de “una carrera contra la complacencia” donde la victoria no se mide en la cantidad de tareas que delegamos, sino en la profundidad de las habilidades que mantenemos y evolucionamos. Esto implica fomentar desde los más pequeños hasta los grandes el desarrollo de competencias cruciales como el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y la resolución de problemas complejos.