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Así, el banco central de Estados Unidos ha decidido elevar un cuarto de punto el precio del dinero, que queda fijado entre el 0,5% y el 0,75%.
El incremento era más que esperado por el mercado, después de la solidez de los datos macroeconómicos presentados por la primera potencia internacional y ante las presiones que alertaban de un sobrecalentamiento de la economía si se mantenían los tipos en niveles tan bajos.
Las dudas de la última reunión de la Fed se centraban en sus futuros planes, que podrían incluir un acelerón en la subida de tipos ante los programas de crecimiento y de incentivos fiscales del presidente electo, Donald Trump.
El organismo que dirige Janet Yellen sigue optando, sin embargo, por la cautela que le ha caracterizado durante los últimos meses y adelanta que mantendrá un proceso "gradual" y "acomodaticio" de subida de tipos, aunque las previsiones se han endurecido ligeramente.
De esta manera, se prevén tres nuevos incrementos en 2017, frente a los dos que se calculaban en septiembre. Este plan podría verse acelerado si la inflación se descontrola por los planes del nuevo Gobierno de Trump, intensivos en inversión y que presumiblemente elevarán el déficit.
En contraste con los últimos encuentros, la decisión de la Reserva Federal se tomó sin ningún voto en contra por parte de los diez miembros del organismo que fijan la política de tipos. El retraso en la aplicación de nuevos incrementos en el precio del dinero había provocado una profunda división en el seno del banco central, con muchos gobernadores partidarios de acelerar la subida de las tasas.
La estrategia de la Fed estaría bien vista por el futuro presidente. Aunque sus opiniones han variado durante los largos e intensos meses de campaña, el magnate inmobiliario atacó a Yellen tras la última reunión de noviembre por mantener los tipos demasiado bajos y la acusó de tratar de favorecer los intereses de su rival demócrata, Hillary Clinton.
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