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El año 2013 es decisivo para las islas Falkland

martes, 22 de enero de 2013
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Luis Fernando Vargas-Alzate

Lejos de abandonar la tensión entre Argentina y el Reino Unido, las relaciones internacionales latinoamericanas se aprestan a un nuevo episodio entre dichos actores, teniendo esta vez elementos que pudieran terminar en la ruptura de su interacción. Para el mes de marzo se espera el desarrollo de un referéndum que indague a la población de las islas Falkland (nombre británico de las Malvinas) sobre su deseo de mantenerse como territorio dependiente del Reino Unido o, más bien, la intención de volcarse en favor de una administración política regida desde Buenos Aires.

Está claro que el gobierno británico, respaldándose estratégicamente en el principio liberal, bolivariano y wilsoniano de la libre autodeterminación de los pueblos, apoya de manera irrestricta la realización del citado referéndum. También, que la presidenta Cristina Fernández se opone al mismo, puesto que considera la latente pérdida de la última esperanza que le queda al Estado argentino para hacerse a unas islas que ni le pertenecen, ni le han pertenecido a lo largo de la historia. Lo que está en juego, antes que un reclamo justo y coherente, es la terquedad de un gobierno que insiste en demandas con poco fundamento.

Estas líneas brindan al lector un reflejo de lo que hay en torno a la consulta futura y las posibilidades de que sea una u otra la decisión más votada. Inicialmente es preciso contextualizar geográfica, económica y políticamente lo que gira en función de las islas. Cuando se hace referencia a las Falkland, se habla de un archipiélago de poco más de 12.000 kilómetros cuadrados de superficie territorial, con unos 3.000 habitantes, identificados en 59% como nacionales de las islas -Falkland Islanders- (de acuerdo con The Guardian), y con mínima identidad latinoamericana. De hecho, con base en informaciones del mismo medio, existe aparte del porcentaje anterior, 30% aproximado que se identifica directamente con la Commonwealth, no con Buenos Aires.

Económicamente el archipiélago dejó atrás la dependencia de la caza de ballenas, actividad central un par de siglos atrás, y transformó su aparato productivo orientándolo hacia tres renglones que hoy se consideran fundamentales: el turismo, la pesca y las exploraciones petrolíferas, tanto a nivel territorial como marítimo -combinadas con la cría de ovejas- ofrecen la posibilidad de que la economía de las islas posea una balanza comercial con superávit. A mediados del año anterior, el gobernador del archipiélago, Nigel Robert Haywood, se pronunció con molestia por lo que ha considerado la estrategia argentina de disuasión de los inversionistas interesados en poner su dinero al interior de la economía insular. Sin embargo, enfatizó también en la capacidad gubernamental para superar la emboscada austral. Petróleo, pesca, ovejas y turismo son las cuatro actividades que dan impulso a su meridional actividad económica.

Desde la perspectiva política, aunque hay mayor injerencia británica que argentina sobre el archipiélago, su propiedad es confusa. El final de la Guerra de 1982 no dio derechos al gobierno de Buenos Aires sobre sus coordenadas. Pero los ingleses tampoco son titulares del territorio, ni de sus áreas marinas circundantes, aunque lo administren desde 1833. En realidad, tienen mayores argumentos quienes hacen parte de ese 59% que reclama autonomía. Sin embargo, con 3.000 habitantes y 12.000 kilómetros cuadrados de superficie, difícilmente se podría llegar a ser Estado, por lo que la opción que queda es irse al referéndum para elegir bajo la sombra de cual gobierno es preferible permanecer.

Sin mucho esfuerzo es factible entrar a predecir los resultados de la consulta popular que se presentará el próximo 10 de marzo al sureste de la Patagonia. Con una población que habla inglés desde su infancia, que se le dificulta profundamente entender el español, que rinde tributo a la reina Isabel II, mientras recibe con honores al príncipe Guillermo, y que se ha ocupado en comprender mejor su relación con Londres que con Buenos Aires, la suerte está echada. El plebiscito pondrá punto final al debate, los kelpers (habitantes de las Falkland) mirarán hacia el Big Ben.

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