Disputa de Biden con petroleras aumenta justo cuando el mundo necesita más crudo

A medida que octubre llegaba a su fin, la Casa Blanca vio otro punto de inflamación de energía potencial en el horizonte.

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Los inventarios de diesel y combustible para calefacción en el noreste de EE.UU. se estaban volviendo preocupantemente bajos. Los funcionarios entraron en acción y organizaron una serie de llamadas entre la secretaria de Energía, Jennifer Granholm, y varias de las refinerías de petróleo más grandes del país para discutir estrategias para aumentar las reservas. El tono fue cordial, según personas con conocimiento de las conversaciones.

Pero al siguiente día laborable, la industria petrolera fue sorprendida. En una conferencia de prensa organizada apresuradamente el 31 de octubre, el presidente Joe Biden criticó a las grandes petroleras por entregar ganancias “escandalosas” a los accionistas y ejecutivos en lugar de bajar los precios en la bomba. A menos que eso cambie, advirtió, las compañías petroleras enfrentarán más impuestos. “Sus ganancias son una ganancia inesperada de la guerra, la ganancia inesperada del brutal conflicto que está devastando a Ucrania y lastimando a decenas de millones de personas en todo el mundo”, dijo.

Fue el tipo de latigazo que repetidamente sembró desconfianza y avivó las tensiones con la industria de los combustibles fósiles en el transcurso de la administración Biden, según múltiples entrevistas con ejecutivos y cabilderos involucrados en petróleo y gas, quienes se negaron a ser identificados porque las reuniones y las conversaciones que describieron eran privadas.

El equipo de Biden ha estado en desacuerdo con la industria desde la campaña electoral de 2020. Pero a medida que los precios mundiales de la energía se dispararon este año luego de la invasión rusa de Ucrania, la Casa Blanca pidió ayuda a las grandes petroleras, solo para frustrarse cada vez más porque está frenando la producción mientras obtiene ganancias récord.

“Mes tras mes, estas empresas han registrado ganancias récord que luego han utilizado para llenar los bolsillos de los accionistas en lugar de aumentar la producción y bajar los precios de la gasolina”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Abdullah Hasan. “Mes tras mes, les hemos ofrecido todas las oportunidades e incentivos para cambiar su comportamiento”.

Si bien nunca se hicieron ilusiones acerca de las ambiciones ecológicas del presidente, los expertos de la industria petrolera dicen que se han vuelto cada vez más descontentos con una serie de prioridades políticas contradictorias, por ejemplo, pasar en cuestión de meses de detener el arrendamiento federal para la extracción de petróleo. hasta exigir más producción, y solicitudes poco realistas, como gastar miles de millones de dólares para agregar rápidamente más capacidad de refinación.

No dispuestos a actuar como chivos expiatorios por el aumento de las facturas de combustible de los hogares en el período previo a las elecciones de mitad de período, las figuras de la industria, por lo general de bajo perfil, se están volviendo más francas. La semana pasada, los directores ejecutivos de Exxon Mobil Corp. y Chevron Corp. emitieron serias advertencias sobre posibles impuestos a las ganancias extraordinarias. Marshall McCrea, codirector ejecutivo del operador de oleoductos Energy Transfer LP, dijo esta semana que la política energética de EE.UU. está tan extendida que se está convirtiendo en "una parodia de Saturday Night Live".

“Sería divertido si no fuera tan trágicamente triste”, agregó.

Las tensiones llegan en un momento tenso tanto para el país como para el resto del mundo. El uso del gas natural de Rusia como arma por parte del presidente Vladimir Putin ha dejado a Europa frente a un invierno peligroso. La Opep no ha estado dispuesta a aliviar un mercado petrolero ajustado; en cambio, el mes pasado desafió los deseos de Estados Unidos al acordar con Rusia reducir la producción.

La historia reciente muestra que EE.UU. puede desempeñar un papel vital en el aumento de la producción de petróleo para bajar los precios y brindar seguridad energética. Después de todo, la revolución del esquisto agregó más crudo a los mercados globales que toda la producción de Irak e Irán juntas desde 2012 hasta 2020, convirtiendo a EE.UU. en el mayor productor tanto de petróleo como de gas.