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HACIENDA

Deirdre McCloskey, la economista de moda que entierra las ideas de Thomas Piketty

viernes, 20 de julio de 2018

Según la economista, “la riqueza no se construyó apilando ladrillo sobre ladrillo, sino apilando idea sobre idea”

Carlos Gustavo Rodríguez Salcedo

Un libro valiente, pero equivocado. Esa es la conclusión a la que la economista Deirdre Nansen McCloskey llegó al analizar al fenómeno en ventas de Thomas Piketty: El capital en el siglo XXI. McCloskey critica las ideas de su colega francés en su ensayo Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado. A continuación, LR realiza un resumen conectando las principales ideas que escribió en este texto, traducido del inglés por la Fundación para el Progreso, en el que defiende la hipótesis de que el capitalismo, o el ‘trade-tested betterment’, como lo llama ella, no es el origen de los problemas, sino al contrario, la causa del desarrollo económico:

“La lectura del libro de Piketty es una buena oportunidad para entender la preocupación de la izquierda sobre el capitalismo y ayuda a poner a prueba su fortaleza económica y filosófica. La inquietud de Piketty de que los ricos se vuelvan cada vez más ricos es una más de una larga lista que lleva hasta las ideas de Malthus, Ricardo y Marx. Desde esos tiempos, el ‘trade-tested betterment’ (concepto que es mejor al del capitalismo, que implica que lo que nos hace más ricos es la acumulación de capital, y no la innovación) ha enriquecido a la humanidad. Sin embargo, la izquierda olvida sistemáticamente esto y comienza a preocuparse hasta el punto que concluyen que el capitalismo está condenado, excepto si se le introduce el monopolio de la violencia del gobierno, o con dinero para industrias incipientes o, como lo propone Piketty, con un impuesto para gravar al capital que causa la desigualdad.

Sin embargo, estos economistas rara vez consideran necesario demostrar que sus propuestas de intervención estatal funcionarán como deben. Así, el gran número de imperfecciones, que jamás han sido medidas, llevan a los economistas jóvenes a creer que el ‘trade-tested betterment’ ha funcionado mal, pese a que todo demuestra que desde 1800 ha funcionado muy bien.

Todas las dudas, desde Malthus a Piketty, comparten un pesimismo que vende, porque a la gente le gusta escuchar que el mundo se está yendo al infierno, pese a que somos mucho más ricos de lo que éramos dos siglos atrás. La idea central de Piketty es que el retorno sobre el capital excede la tasa de crecimiento de la economía, por lo que el resto estamos condenados a que los capitalistas ricos se enriquezcan, mientras nosotros nos quedamos atrás. Sin embargo, esta idea podría ser cierta si sus supuestos lo fueran: es decir, que solo la gente rica posee capital y que el capital humano no existe.

Al final, la preocupación ética recae solo sobre el coeficiente de Gini y no sobre la condición de la clase trabajadora. La preocupación de Piketty es que los ricos se enriquezcan más, así los pobres también lo hagan. Su preocupación radica exclusivamente en una diferencia, en un coeficiente de Gini.

Por lo tanto, la única esperanza para él es que el gobierno ponga un impuesto mundial progresivo sobre el capital que grave a los ricos, a pesar de que sus mismos datos demuestran que únicamente en Canadá, Estados Unidos y Reino Unido ha aumentado la desigualdad del ingreso.

En general, los errores técnicos en sus argumentos se pueden encontrar. Uno de estos es la definición de Piketty de que la riqueza no incluye el capital humano, la principal fuente de ingresos en los países ricos. El mundo ha sido transformado desde 1848 por esto y la única razón por la que se excluye en el texto pareciera ser forzar la conclusión de Piketty, porque si se incluye el capital humano son los trabajadores quienes poseen la mayor parte del capital de la nación.

Pero, al final, si se profundiza en el texto, su pensamiento ‘estructural’ caracteriza a la izquierda y el problema ético fundamental del libro es que no ha reflexionado sobre las razones de por qué la desigualdad es mala. La condición de los pobres ha mejorado sustancialmente y el hecho de que los ricos actúen de manera vergonzosa no implica automáticamente que el gobierno deba intervenir para detener esto. Si a cada gobernante se le asignara la tarea de mantenernos a todos dentro de un comportamiento ético, el gobierno podría tener nuestras vidas bajo su tutela tal como sucede ahora en Corea del Norte.

Lo cierto es que en las últimas décadas no ha habido un estancamiento total de los ingresos reales, por lo que no sirve proponer derrocar el sistema, cuando el sistema en la práctica está enriqueciendo a los pobres en el largo plazo. La ira envidiosa hacia el consumo de los ricos no significa una mejora para los pobres.

Si se mide el capital de una forma más exhaustiva, incluyendo el capital humano, el rendimiento del ingreso sobre el capital está distribuido de una forma más igualitaria. El consumo de necesidades básicas es más equitativo a medida en que la historia de los países que se enriquecen sigue su curso, por más que el crecimiento económico acumule la riqueza de forma desigual . No importa si los pobres tienen el mismo número de brazaletes de diamantes, lo que importa es si tienen las mismas oportunidades para votar o aprender a leer. El coeficiente de Gini es irrelevante para el propósito de elevar a los pobres a una condición de dignidad.

Por esto, no se puede explicar el mundo solo con la acumulación de capital, pues la riqueza no se construyó apilando ladrillo sobre ladrillo, sino apilando idea sobre idea. Lo importante fueron las ideas, no los ladrillos. Unas ideas que se desencadenaron por una ideología conocida como liberalismo. Gravar a los ricos con impuestos para ayudar a los pobres parece una buena idea, pero la redistribución no ha sido el principal sustento de estos.

Los economistas de izquierda están obsesionados con cambios que no ayudan a los pobres y con una envidia por el consumo de los ricos. En síntesis, están más dispuestos a asfixiar con impuestos a los ricos del ‘trade-tested betterment’ que ha sido lo que más ha ayudado a los pobres. Los trabajadores del mundo se tienen que unir, exigir progreso, bajo un régimen de propiedad privada y con fines de lucro. El tema social del libro de Pikkety es una restrictiva ética de la envidia, su política supone que los gobiernos pueden hacer lo que quieren, y su economía tiene fallas. Es un libro valiente, pero equivocado”.

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