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Wang Yi Photographer: Lam Yik/Bloomberg
Los funcionarios estadounidenses están inmersos en conversaciones con los principales socios comerciales de Asia y Europa
La tregua comercial entre Washington y Pekín puede mantenerse por ahora, pero China se muestra cada vez más cautelosa ante lo que está sucediendo en otros lugares: los esfuerzos de Estados Unidos por forjar acuerdos que podrían aislar a las empresas chinas de las cadenas de suministro mundiales.
Antes de la fecha límite del 9 de julio, los funcionarios estadounidenses están inmersos en conversaciones con los principales socios comerciales de Asia y Europa, presionando para alcanzar nuevos acuerdos que incluyan restricciones al contenido chino o compromisos firmes para contrarrestar lo que Washington considere prácticas comerciales desleales por parte de China.
India, uno de los países más cercanos a un acuerdo, ha estado negociando las “normas de origen”. Washington quiere que al menos 60% del valor añadido de un producto sea local para que pueda considerarse “fabricado en India” y beneficiarse del acuerdo, según informó anteriormente Bloomberg. India ha presionado para reducir ese porcentaje a alrededor del 35%, según el informe.
Vietnam y otros países se encuentran bajo una presión similar para adoptar sistemas arancelarios escalonados, con impuestos más elevados para los productos que incluyen una gran proporción de componentes chinos, según personas informadas sobre las conversaciones, que pidieron no ser identificadas al tratar información privada. Este enfoque refleja las disposiciones de un acuerdo comercial existente entre Estados Unidos, México y Canadá.
“El dilema de Asia con respecto a la guerra comercial de Trump radica en su dependencia de la demanda final de EE.UU., al tiempo que depende en gran medida del valor añadido de China en la producción nacional”, afirmó Alicia García Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico de Natixis SA, en un informe reciente, agregando que Vietnam, Camboya y Taiwán se encuentran entre los países más expuestos.
China, un socio comercial más importante que Estados Unidos para la mayoría de las economías asiáticas, ha advertido de las consecuencias si se ven amenazados sus intereses, y es probable que el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, vuelva a plantear esta cuestión en su visita a Europa esta semana para mantener conversaciones en Bruselas, Alemania y Francia.
“China se opone firmemente a que cualquier parte alcance un acuerdo a gastos de los intereses chinos a cambio de las llamadas reducciones arancelarias”, afirmó el Ministerio de Comercio en un comunicado el sábado, repitiendo advertencias anteriores. “Si esto ocurre, China nunca lo aceptará y lo combatirá con firmeza para salvar sus derechos e intereses legítimos”.
Otra preocupación para Pekín es si Estados Unidos podría convencer a otros países para que impongan o endurezcan los controles a la exportación de equipos de alta tecnología, lo que dificultaría aún más los esfuerzos chinos por adquirir las herramientas que necesita para producir semiconductores avanzados.
En junio, Taiwán agregó a Huawei Technologies y Semiconductor Manufacturing International a su lista de entidades, prohibiendo a las empresas taiwanesas hacer negocios con ellas sin la aprobación del gobierno.
La presión no se limita a Asia. Europa también se encuentra en una posición delicada. La UE es el principal destino de las exportaciones de vehículos eléctricos de China, y la inversión de empresas chinas en el bloque más el Reino Unido alcanzó los 10.000 millones euros (US$12.000 millones) el año pasado, según un estudio reciente de Rhodium Group.
Sin embargo, las tensiones comerciales están aumentando. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acusó recientemente a Pekín de “utilizar como arma” las tierras raras y los imanes, y advirtió de los riesgos que plantean el exceso de capacidad china.
A Pekín le preocupa especialmente que la UE pueda firmar disposiciones similares a las del acuerdo del Reino Unido con Estados Unidos, que incluyan compromisos en materia de seguridad de la cadena de suministro, controles de las exportaciones y normas de propiedad en sectores como el acero, el aluminio y los productos farmacéuticos. Aunque el texto no mencionaba a China, Pekín criticó el acuerdo en una inusual declaración pública, interpretándolo como un desafío directo, según informó el Financial Times.
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