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El Presidente trata de utilizar su influencia en una parte crítica de un importante estado indeciso para ayudarla a vencer a Trump
Barack Obama dijo una vez que si no existiera Scranton, Pensilvania, no existiría Joe Biden.
El presidente demócrata, cuyo mandato termina en enero, regresó el sábado a la ciudad de su infancia para una última parada de campaña en apoyo de su vicepresidenta Kamala Harris, tratando de utilizar su influencia en una parte crítica de un importante estado indeciso para ayudarla a vencer al exmandatario republicano Donald Trump.
Scranton es muy importante en la biografía de Biden y es probable que, si todavía estuviera liderando la candidatura demócrata, una parada aquí fuera considerada como el cierre de un círculo en su campaña final. En cambio, fue una especie de canto del cisne atenuado para Biden.
El presidente reunió a los trabajadores sindicales, un sector con el que es popular, en la ciudad donde creció antes de que su familia se trasladara a Delaware, donde iniciaría una carrera política que dura ya más de cincuenta años.
"Estoy muy orgulloso de estar de vuelta", dijo Biden, lanzando comentarios familiares sobre su apoyo y el de Harris a los sindicatos, su orgullo por haber sido el primer presidente en pisar un piquete y sus esfuerzos por restablecer las pensiones.
"No olviden de dónde vienen", dijo entre aplausos, advirtiendo de las ramificaciones que generaría la elección de Trump, como el fin del programa sanitario de la Ley de Atención Médica Asequible.
Biden, que dio un paso al costado en julio como abanderado del Partido Demócrata tras una desastrosa actuación en un debate contra Trump, no ha sido habitual en la campaña de Harris desde
que ella ascendió a la cabeza de la candidatura.
Celebraron un puñado de actos tempranos, tanto oficiales como relacionados con la campaña, cuando ella tomó el testigo y dinamizó a los desmoralizados demócratas en el verano boreal.
Pero su anterior campaña le dejó en gran medida en la sombra desde entonces, entre preocupaciones por su edad, su afición a las meteduras de pata y sus bajos índices de aprobación entre el público estadounidense.
El acierto de esa estrategia se puso de manifiesto esta misma semana, cuando una comunicación de Biden con un grupo latino, en la que se refirió a un partidario o partidarios de Trump como basura, eclipsó parcialmente el bien recibido discurso de clausura de Harris ante decenas de miles de simpatizantes en Washington.
Más tarde aclaró sus comentarios, pero el episodio fue inoportuno para Harris y su equipo en la recta final de la carrera.
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