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La semana anterior se confirmó el retorno de Air France al aeropuerto de Montevideo (Uruguay), a partir de abril próximo, luego de doce años de ausencia. Quizá para muchos esa no es una información relevante, pues a simple vista pudiera leerse como uno más de los comportamientos de las aerolíneas frente al mercado, entendido además como simple respuesta a la demanda del servicio.
No obstante, la lectura analítica del hecho bien pudiera hacerse desde lo que representan la líneas aéreas a las relaciones internacionales contemporáneas de interdependencia, y a la creciente importancia latinoamericana en el escenario internacional.
La práctica internacionalista ha sido fiel testigo del avance en los sistemas de transporte a nivel global. Pero fundamentalmente de los grandes logros de la aviación en materia comercial. A la aviación se le han dado sendos impulsos desde el multilateralismo, especialmente cuando en 1944 se reunieron representantes de 52 Estados para debatir en torno a la modernización de las normas sobre aviación civil establecidas en la Convención de París de 1919. También, cuando se trazaron las pautas para lo que, a partir de 1947, sería la Organización de la Aviación Civil Internacional.
Esos estadios del ámbito multilateral, que consolidaron una regulación universal para las aerolíneas, dieron pie a Air France para reforzar sus planes de acción y continuar trabajando en procura de nuevas y mejores rutas internacionales. Fundada en 1933, y estatalizada en 1946, la aerolínea llegó a ser la más importante del continente europeo en relación con la porción del mercado comercial que tuvo a principios de la década anterior. Hoy cuenta con más de 270 destinos (14 hacia Suramérica), y más de 250 aeronaves.
Ahora reaparece Uruguay dentro de la lista de rutas para la compañía. Su capital Montevideo será de nuevo destino para las aeronaves del holding europeo (Air France-KLM). Y esto puede ser entendido desde dos perspectivas no muy complejas. La primera, relacionada con el papel que viene desempeñando Uruguay en el Cono Sur. Aunque no se trate de una economía comparable con la brasileña o la argentina, es real que la gestión de presidente Mujica, como prolongación de la labor de Tabaré Vásquez, arroja estabilidad y buenos indicadores. La segunda perspectiva gira en torno al conjunto latinoamericano. Es la región la que llama la atención. Las oportunidades de negocio están para ser exploradas y explotadas antes que en otras regiones. De hecho, también Air Europa llegará en vuelo directo a Montevideo, para cubrir lo que Iberia dejará disponible.
Se agrupan acá, por tanto, dos actores de las relaciones internacionales explicados desde la interdependencia. Por un lado, una compañía multinacional que sirve a las necesidades de los grupos sociales con intereses en el viejo continente. De otro, un Estado (Uruguay) que demanda mayor atención en procesos que le sitúen en mejores condiciones en su diálogo con el mundo. Particularmente, Uruguay no reniega de la globalización, como en principio se creyó. Al contrario le gusta y se sirve de ella, y así lo señaló su ministro de transporte, Enrique Pintado, cuando dijo estar sintiendo la “confianza en Uruguay de parte de importantes aerolíneas del mundo”.
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