Planificar para avanzar

Cuando los bolcheviques llegaron al poder con sangre y fuego en la Rusia de 1917, lo primero que hicieron fue confiscar las tierras y nacionalizar empresas y sectores industriales. Estos cambios bruscos tuvieron consecuencias tan desastrosas (caídas de más de 50% en la producción de bienes en tan solo dos años) y acarrearon tantas hambrunas que, en tres años, San Petersburgo había perdido dos tercios de sus habitantes y Moscú bastante más de la mitad de sus 2,2 millones.

Lenin tuvo que dar marcha atrás en el Congreso de marzo de 1921 y volver a la situación anterior pues el fervor revolucionario estaba a punto de devorarlos a todos y hundir por completo la nación. Ese mismo año se creó la Comisión Estatal de Planificación y de ahí nacieron los Planes Económicos Quinquenales Soviéticos.

A partir de 1928 y hasta la disolución de la Urss en 1991, se habían elaborado 13 planes. Su realización fue desigual y fueron afectados tanto por la Segunda Guerra Mundial como por las crisis mundiales, sociales y políticas de todo tipo.

Los resultados alcanzados, sin llegar a ser excelentes, fueron muy positivos. La lección que obtenemos economistas e historiadores es que los Planes Económicos de Desarrollo son un instrumento muy útil para conocer la estructura del país, ordenar cada sector y dirigir y prever crecimientos. Algunos planes de economías centralizadas fueron copiados por países pro-soviéticos, como India tras su independencia y China.

Su gran utilidad se comprobó en Argentina con el Gobierno de Perón en los años 40 y, recientemente en Corea en 1993 y 1998, lanzando al país a la décima potencia mundial en escasas décadas. Japón ha estado tras la 2ª guerra mundial totalmente planificado por el poderoso Miti, Ministerio de Industria y Comercio Internacional, con unos resultados espectaculares como es bien sabido.

La planificación francesa indicativa comenzó con el plan Monnet en 1946 y ha vertebrado con enorme éxito su economía hasta hace poco con planes a cuatro años. En España los planes de desarrollo se inspiraron en el modelo cuatrienal francés y podemos decir que fueron la clave para pasar de una economía rural y empobrecida a un país industrial y de servicios con la mayor transformación económica y social.

Colombia se enfrenta ahora a unos enormes retos de crecimiento y desarrollo, tanto por la progresiva pacificación, como por su integración en todos los acuerdos de comercio internacionales y por la apertura de todos sus mercados. Recuerden que hace unos meses se hablaba que el país puede ser la Alemania de Iberoamérica. A mí me parece una afirmación con muchas probabilidades de cumplirse. Desde la perspectiva española la nación colombiana está siguiendo los pasos de desarrollo que previamente se vivieron en Francia y luego en España.

Existe, ante todo, una gran masa de técnicos, profesionales y asalariados en todos los sectores capaces de liderar este desarrollo (Lenin tuvo que invitar a 20.000 técnicos extranjeros al comienzo de sus planes quinquenales). Existe una estructura de país en crecimiento que comprende órganos institucionales que elaboran planes de todo tipo, bajo las directrices del Departamento Nacional de Planeación. Existen grandes masas de materias primas, de riqueza de todo tipo que es necesario conocer bien y organizar para adecuar a unos mercados globalizados.

Las enseñanzas que obtuve de los planes de desarrollo españoles fueron básicamente dos: conocimiento profundo y detallado de todos los sectores de la economía, hasta sus últimos rincones. Fue una labor titánica, pero absolutamente necesaria pues en nuestros tiempos no se trata de obligar sino de indicar cuáles son los productos, estrategias y políticas más adecuados. La segunda enseñanza fue la flexibilidad. Un buen plan ha de ser flexible para ir adecuándose a las transformaciones que el mismo provoca o las que vienen de fuera.

La gran ilusión por alcanzar los objetivos propuestos fue lo que nos motivó a los profesionales españoles. Es la gran ilusión que ahora se abre a los ciudadanos de Colombia ante los nuevos tiempos que se avecinan.