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Uno entra a un restaurante costoso y no hay cupo, parece que lo estuvieran regalando; los carros nuevos llegan por montones; los almacenes de marcas extranjeras aterrizan a pares, y no es extraño. Los colombianos están consumiendo con glotonería y la Superintendencia Financiera quiere evitar que se atraganten.
¿Está pasando aquí lo mismo que les ocurrió a los españoles en la época del boom, que se creyeron ricos y gastaron lo que no tenían?
Estuve en una reunión del Financial Stability Board que busca obtener la opinión de los países emergentes. ¿Qué destacaron? Uno, preocupación grandísima por la crisis en Europa; en Estados Unidos ven la situación más controlada. Dos, que desde el punto de vista macroeconómico supone que quien invertía antes en Europa lo está haciendo en nuestros países. Hay un flujo de capital grande hacia toda la región y los flujos siempre traen los mismos problemas: euforia de los consumidores, aumentos de precios de ciertos productos básicos. La alerta es generalizada, hay que estar muy pendientes, porque después vienen crisis económicas, crisis financieras.
¿Es capital golondrina?
No necesariamente. Son flujos que hacen que la gente sienta una sensación de riqueza y empiece a gastar más de lo que realmente puede. Por eso el ministro de Hacienda, el Banco de la República y nosotros, hemos venido alertando a los hogares que deben tener muy claro en qué pueden gastar y cómo van a pagar, y no pensar que el ciclo económico positivo va a durar siempre.
¿Nadie aprende en cuerpo ajeno? Obama ya dijo que los bancos fueron irresponsables al prestar sin medida y las familias locas por endeudarse demasiado?
Esa es la diferencia entre los países de la región y los desarrollados. Hacía mucho tiempo que a ellos no les pasaba algo así y en los países nuestros hay mayor conciencia de que esos procesos nunca terminan bien.
¿Sí es consciente la gente de que la fiesta se acabará algún día?
Yo creo que el punto es la sostenibilidad. En este momento los bancos tienen que saber bien a quién y en qué condiciones entregan el crédito, y las familias ser cautelosas. Es lo único que nos garantiza que no tengamos en el futuro una caída y una crisis como ha sucedido en otros países.
¿Está subiendo el índice de morosidad?
El crédito al consumo se ha quedado en unos niveles muy altos, crece por encima del 23%, y la cartera vencida ha empezado a subir pero lo que nos preocupa es la rapidez (con que lo hace). Cuando uno mira las provisiones también han aumentado, queremos actuar de forma precavida para no tener problemas a futuro. El comercial, sin embargo, se ha ido ajustando. Ellos mismos (empresarios) han venido siendo prudentes y ha bajado.
¿A qué se debe la euforia colectiva?
Es una mezcla de varios factores y está pasando en toda la región. La economía va bien y las perspectivas son buenas a medio y largo plazo en Colombia. La confianza aumenta y la gente consume más.
¿Al contrario que en España, que no gastan pero sí pierden el empleo?
Sí; y, por otro lado, hay un tema de inclusión financiera. Nuestro país está haciendo un esfuerzo grande por que más colombianos tengan acceso al crédito, a servicios financieros. Hay personas que antes no podían comprar televisor y ahora pueden. Es una buena oportunidad para que las familias adquieran bienes de consumo y eso, per se, no es malo, lo importante es que sea sostenible.
En crédito al consumo, ¿quién puede quedar más envainado, el banco o el Codensa de turno?
Lo que ha venido pasando es que hay sociedades no vigiladas que se han especializado en hacer esas carteras y luego las venden a los bancos. Si las carteras no se originan bien, los bancos tendrán un problema dentro de unos años y pensamos que hay que regularlo. Otras preocupaciones: los plazos en el crédito de consumo, han empezado a alargarlos y cualquier extensión la vamos a mirar. Y los cupos de las tarjetas de crédito que en un momento de deterioro puede llevar al sobreendeudamiento de las personas y en ese tema vamos a trabajar.
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