El salario mínimo empobrecedor

La gente cree equivocadamente que si un gobierno aumenta exageradamente el salario mínimo, como acaba de suceder, a la mayoría les irá mejor. ¡Nada más falso que esa afirmación! De hecho, esta decisión logrará que la mayoría de los colombianos vean disminuir su poder adquisitivo, que los más pobres de Colombia se paupericen más y que el ejército de informales (los que viven del rebusque) aumenten y tengan peor capacidad de compra. La política económica, sabiamente recuerda, que el aumento de salario mínimo no puede ser un instrumento politiquero sino una decisión cuidadosa: debe garantizar un mínimo vital para una vida digna, pero también guardar coherencia con la productividad del trabajo y la inflación del año en curso.

Cuando el aumento del salario mínimo se aleja de esos fundamentos, el riesgo es claro: el remedio puede terminar siendo peor que la enfermedad a curar. Y los datos recientes lo confirman. Según cifras del Dane, entre enero y octubre de 2024 y el mismo periodo de 2025, luego de un aumento desproporcionado del salario mínimo, el número de personas que reciben exactamente un salario mínimo cayó de manera abrupta.

En paralelo, aumentó de forma sustantiva el número de ocupados que ganan menos del mínimo, especialmente entre trabajadores informales. Es decir, menos personas acceden al salario mínimo legal y más sobreviven por debajo de él. Una verdadera anti-política social.

Pero el efecto puede ser aún más perverso. Con esta decisión, la mayoría de las empresas del país, micro y pequeñas, tienen el incentivo perfecto para botar trabajadores, no contratarlos o informalizar la relación laboral, sin asumir las prestaciones sociales o pagándoles menos del salario mínimo a los trabajadores y nunca asumir el incremento que un gobierno “voluntarista” quiso decretar.
Pero el impacto no termina allí. Un aumento elevado del salario mínimo también tiene un costo fiscal considerable en un país con estrechez presupuestal. Eleva automáticamente el gasto en pensiones, subsidios y transferencias, presionando unas finanzas públicas ya destrozadas.

Y finalmente y no menos importante, veremos a continuación un aumento desproporcionado en las expectativas de inflación, lo que hará aún más difícil la reducción de tasas de interés por parte del banco central, encareciendo el crédito para emprendedores y empresarios, justo cuando la economía necesita inversión y crecimiento, porque está ahogada en la estatización y medidas que cómo la del aumento del salario mínimo sirven para ganar aplausos y destruir la dinámica productiva del país y empobrecer a más colombianos.

Era fácil hacer populismo con el mínimo. Más difícil es reconocer que proteger el poder adquisitivo del trabajador no se logra solo con decretos, sino con productividad, crecimiento sostenido, educación, formalización y empresas viables. Por supuesto, hay contextos en los que se justifican aumentos reales por encima de inflación y productividad. Pero convertir el salario mínimo en una consigna política permanente termina afectando precisamente a quienes busca proteger.

Los impactos negativos nos recordarán en un par de años cuando veamos peores datos que en el último año, cuán fácil es obtener reconocimientos de unos pocos y cuán difícil es construir buena política económica y nos recordarán también que un país con más informalidad no es un país más justo, sino uno más vulnerable.