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Conozca cómo desde las distintas regiones, y diferentes vías de acción, se construye un país más sostenible
Gina Montes, gerente Indeleble Social.
En América Latina, una región marcada por profundas desigualdades y desafíos estructurales, este compromiso con la medición adquiere una urgencia ética
Gerente de Indeleble Social
En tiempos de crisis de liderazgo, cuando la confianza en las instituciones, empresas y organizaciones se ha visto profundamente erosionada, la medición del impacto social y ambiental se convierte en algo más que una herramienta técnica. Se vuelve un acto profundamente ético y una manifestación de coherencia organizacional.
Medir no debería ser solo un requisito para presentar informes o cumplir con indicadores que reflejan los resultados esperados. Es, ante todo, una forma de decir: “hacemos lo que decimos”, incluso cuando nadie está mirando.

Las metodologías rigurosas y validadas permiten conectar las intenciones con resultados concretos, dar seguimiento a procesos, y comprender qué funciona, qué no, y por qué. Pero, más allá del método, medir impacto implica asumir una postura de rendición de cuentas.
No solo con los financiadores, aliados o inversionistas, sino -y sobre todo- con las comunidades, los territorios y con la razón de ser de la organización misma. Implica hacerse preguntas incómodas: ¿Estamos transformando realidades de forma significativa? ¿Qué evidencias lo sustentan? ¿Cómo aprendemos de lo que no salió bien?

En América Latina, una región marcada por profundas desigualdades y desafíos estructurales, este compromiso con la medición adquiere una urgencia ética. No se trata simplemente de reportar cifras o resultados aislados, sino de construir procesos de escucha, participación y aprendizaje colectivo.
La medición debe ser una herramienta para transformar, no para validar discursos. Empresas como Indeleble Social, con más de 10 años de experiencia y más de 51.000 personas impactadas en todo el país, han entendido que medir impacto es inseparable de cómo se ejerce el liderazgo.
En sus proyectos, la medición no ocurre al final del camino, sino desde el inicio: se co-construyen los objetivos con las comunidades, se establecen indicadores que reflejan sentido y no solo cumplimiento, y se integran aprendizajes que retroalimentan la estrategia.

Así, medir impacto con enfoque ético y estratégico es también una forma de liderazgo regenerativo: un liderazgo que no busca controlar desde arriba, sino transformar desde dentro. Que reconoce el valor de lo invisible, del trabajo silencioso y sostenido, de los cambios que no siempre son inmediatos pero sí profundos.
Es liderar con responsabilidad, incluso sin reflectores, apostando por resultados que se consolidan en el tiempo y no por éxitos fugaces o campañas de imagen. Porque, en definitiva, la forma en que medimos revela lo que realmente valor amos. Y en esa elección, también se juega el tipo de sociedad que queremos construir.
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