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El desarrollo económico de Colombia no puede estar detrás de un camión, especialmente cuando hay condiciones climáticas cambiantes y poca estrategia en infraestructura
Colombia, la llamada a ser la “despensa del mundo”, es un país cuyo desarrollo económico aún depende de las carreteras. Y no hablamos de autopistas de seis carriles o de vías que conectan de un extremo a otro el país, sino de serpenteantes caminos que en su mayoría aún no han podido atravesar intrincadas montañas, como si se tratara de arterias taponadas de doble vía. Por ahí es por donde pasan miles de camiones todos los días, llevando millones de productos y alimentos que, en el caso de la Vía al Llano, representan 40% de lo que se consume en la capital, Bogotá.
Con el mismo sello del realismo mágico de las novelas de Gabriel García Márquez, el país se ha acostumbrado a conservar los caminos anecdóticos, coloridos, pueblerinos y todo indica que tenemos una venda en los ojos y no vemos que para alcanzar el desarrollo económico deben existir no solo buenas carreteras, sino una consolidada vía férrea, opciones eficientes de transporte marítimo y suficientes frecuencias aéreas para que el único sello que tenga la logística y el transporte en Colombia sea el de “inmediato”.
En pleno siglo XXI parece absurdo escuchar los informes que dieron los representantes gremiales a mediados de julio tras la avalancha registrada en la vereda Naranjal, en Quetame, impidiendo el paso de millones de vehículos por varios días.
Por ese cierre en la vía Villavicencio - Bogotá, Jorge Enrique Bedoya, el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), decía que se le ponía un stop a un millón de toneladas de la cosecha de arroz que iban a salir por esa fecha de los Llanos Orientales, a más de 1.300 toneladas semanales de carne de cerdo, a 1.200 toneladas de carne de pollo que van hacia Bogotá y gran parte de la producción de piña, guayaba y plátano que es característica del departamento del Meta.
Esto, sin contar que por la Vía al Llano se transporta un promedio de 50.000 barriles de petróleo cada día. Y qué decir de la cifra en pérdidas que reportó la Cámara de Comercio de Villavicencio, entidad que dijo que son aproximadamente $50.000 millones los que se dejan de mover por el cierre de la carretera. O de la que informó la seccional de Fenalco en el Meta, de una caída de 40% en las reservas hoteleras. Tan solo, por todos esos turistas que no pudieron acudir a esta zona del país por el cierre de la vía, la Cámara de Comercio de Villavicencio indicó que se registraron pérdidas por $6.500 millones en el sector turístico, lo que incluye que dejaron de facturar hoteles, fincas turísticas, promotores de turismo, agencia de viajes, alojamiento rural, restaurantes y fincas agroturísticas.
Por escenarios como éstos, es que el departamento del Meta, una de las despensas de diversos productos para el país y el mundo, no puede avanzar en el Índice Departamental de Competitividad. Por eso las cifras muestran un puntaje de 4,8 puntos en 2022 (de 0 a 10), cifra que baja a 4,6 en la proyección de 2023.
A propósito de que el Gobierno Nacional acaba de cambiar la Marca País a “Colombia, la tierra de la belleza”, bien vale la pena reflexionar sobre que Colombia no puede ser epicentro solo de buenos eslogan, de frases pegajosas y espectaculares videos. Los esfuerzos deben ser también en el tema económico.
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