“El oro ilegal es un problema más grande que el narcotráfico”, presidente de Ashmont

Hace unas semanas capturaron uno de los grandes compradores de oro por supuesto lavado de activos, ¿es el sector una gran lavandería?

Digamos que es un sector que podría ser susceptible de generar una alta posibilidad de hacer lavado de activos. Tiene facilidad de llevarlo, es legal su transporte y es de mucho valor.

Y hay manera de esconder y falsear los datos  sobre la producción.

Su testigo es la tierra y como la tierra no te va a contabilizar ni a fiscalizar cuántas onzas sacaste, la diferencia entre lo real y lo irreal te da la posibilidad  de llegar a un blanqueamiento de dinero si esa fuera tu intención.

¿Cree que al gobierno le cogió la noche con el problema de la minería ilegal?
Sí; yo pienso que el problema es más grande inclusive que el narcotráfico y el gobierno no comprendió al principio su tamaño. Después no entendió la organización criminal que hay en muchas partes entorno al uso de retroexcavadoras indiscriminadas para la extracción del mineral. Eso lleva al país a una situación muy compleja. Hay otras cosas, todas las instituciones estaban en proceso de aprendizaje, la creación de la Agencia Nacional de Minería es muy reciente, eso fue muy bien utilizado por los criminales. Y hay vacíos legales.

Es un negocio más rentable, porque una mula con dos kilos de coca se va 20 años preso y un minero con dos kilos de oro no paga cárcel.

Exacto. Si uno valora el riesgo de irse a la cárcel, pues acá tiene una ventaja  porque una vez extraído el producto y haciendo una serie de operaciones, usted ya entraría en la cadena productiva y los castigos hasta ahora en los temas de minería criminal son mínimos. Las pocas capturas que hay hoy en día son de las personas que están en campo operando una maquina, pero  ninguno de los miembros de la estructura criminal, de los realmente financiadores  ha salido a  relucir.

Salvo los recientes acusados del  lavado…
Sí, son del área de comercialización. Ahora, el proceso judicial deberá aclarar muchas cosas. Sabemos que de las 37 o 40 toneladas que el país produce, siete son legales. Sabemos que el problema es monumental, que hay muchos actores relacionados de alguna manera, algunas veces muy íntimamente, en otros casos de manera tangencial, pero que contribuyen a un fenómeno de violencia y de actividades por fuera del control del gobierno. Y en eso es en lo que debemos enfocar todas nuestras baterías.

¿Para ustedes, qué se debe hacer?
Debe haber una lucha frontal que implica un marco jurídico lo suficientemente fuerte para que las autoridades puedan actuar con contundencia cada vez que interviene una operación ilegal. Una coordinación de los equipos en campo, de los carabineros, la policía, el ejército, la fiscalía para poder judicializar. Y unas tareas en comercialización del oro, cuyo primer paso ya se efectuó. El nuevo sistema de registro de comercializadores mineros que acaba de surgir es un paso en la dirección correcta, y pedir el apoyo internacional para que haya una campaña global en favor del oro legal.

¿Sigue siendo el oro un buen refugio de inversión?
Si bien bajó de US$1.700 a US$1.100 en promedio, es un precio bueno para la calidad de los depósitos en Colombia que están sin explotar, todavía puede generar una inversión interesante. Puede convertirse en fuente interesante de regalías, de empleo y, sobre todo, tiene la capacidad  de ser la punta de lanza para una población lejos de la ciudad.

Pero lo que una conoce es que en un pueblo minero lo que hay son prostíbulos, cantinas y muy poco desarrollo social.

Es cierto, lo que despierta el oro es un sentimiento muy parecido al del casino. Si perdió 10 veces, a la 11 se va ganar toda la plata del mundo. Si quiere luchar contra esa mentalidad es difícil pero creo que hay alternativas: que lleguen las instituciones para que a usted de alguna forma lo obliguen a ahorrar, por ejemplo, con el Fondo Nacional del Ahorro. Va a ser tarea de años pero hay que hacer el esfuerzo para que ese estilo de vida tan inmediatista empiece a cambiar.