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Los partidos políticos aunque no han logrado pasar a un segundo plano al momento de elegir, por el dominio de la maquinaria política, sí han perdido fuerza sobre todo entre la población joven que pide más hechos concretos que discursos adornados con promesas irrealistas.
Las cosas han cambiado, las manifestaciones de solidaridad con el sector rural colombiano, a través de redes sociales que son manejadas en su mayoría por personas entre los 15 y los 35 años de edad, evidencian una sociedad que quiere cambios estructurales en el campo.
Está claro que para lograr transformaciones en la ruralidad colombiana se necesita de una clase dirigente que no se quede corta en la creación de políticas públicas. Así que cualquiera que sea el Presidente elegido por los colombianos, el que llevará las riendas del país en los próximos cuatro años, deberá mantener en la agenda de competitividad al eslabón agropecuario y no bajar la guardia con la provisión de bienes públicos para el sector.
Este país necesita que la gente vuelva a sembrar en el campo, que las tierras dejen de ser un bastión de guerra para que se logre el objetivo de crear una cultura empresarial que permita hacer productivas las fincas y las propiedades rurales. El campo necesita riqueza, necesita un presidente.
