Tender puentes

“Lo importante de un puente no es solo cruzarlo, es que exista”, una frase de la escritora Mónica Guzmán en su libro “I never thought of it that way” es bellísima; pero más allá de su valor estético, es punzante. Habla sobre el valor de tener canales abiertos entre grupos humanos diversos, que han recorrido caminos diferentes, que tienen visiones de prosperidad en ocasiones opuestas, con dolores y anhelos disímiles, y cuyas preferencias políticas son cada vez más antagónicas. Habitamos un mundo polarizado, donde cada uno prefiere estar en su orilla, oír y repetir las historias que nos contamos al interior de nuestra tribu, y descartar rápidamente los puntos de vista ajenos. No cruzamos el puente, pero, aún más preocupante, lo ignoramos, y en algunos casos queremos derribarlo, buscando la comodidad de lo conocido y evitando el malestar que genera la posibilidad de que nuestra verdad pueda ser debatida, y peor aún, refutada.

La guerra retórica al interior de Colombia es extenuante. Culpamos al otro por su miopía, por su indiferencia ante una única verdad, la nuestra. Por su inacción ante una realidad preocupante, la que nosotros percibimos. Podemos ser capitalistas interesados únicamente en el lucro individual, o izquierdistas idealistas que ignoramos el valor del esfuerzo individual como motor del desarrollo común. Podemos ser pacifistas que descartamos la necesidad de un estado en control de la seguridad, o guerreristas que impulsan la violencia a toda costa. Ambientalistas ingenuos o extractivistas voraces. Fascistas. Populistas. Autoritarios. La realidad es frecuentemente mucho más compleja que esas simplificaciones, vivimos en una escala de grises, y una sola creencia raramente puede cobijar tantas realidades. Si de algo podemos estar seguros es que nuestras verdades son incompletas. Sabemos con certeza que en algo estamos equivocados, no entendemos bien en que, y menos lo haremos si no tendemos un puente, lo cruzamos y hablamos con el otro.

Encontrarnos en los grises es un camino a una sociedad mejor: más efectiva, más incluyente, más humana. En un mundo de verdades absolutas, tal vez creeríamos que la tierra es plana y que nuestro planeta es el centro del sistema solar. Hemos progresado como humanidad en gran medida porque hemos estado dispuestos a cambiar nuestras creencias, a mantenerlas flexibles.

Esto es particularmente importante de cara a las elecciones presidenciales de 2026. En un lado del puente somos ferozmente críticos y estamos vocal y visiblemente frustrados, en el otro, sentimos agradecimiento por la reivindicación con el clamor de un pueblo oprimido, tenemos esperanza de que somos escuchados y creemos que por fin hay posibilidad de cambio para un segmento desatendido por el gobierno. Oír al otro no significa asentir. Votar por uno no siempre significa votar en contra de otro. Forzar nuestra opinión al otro es ineficaz, mejor haríamos preguntando con genuino interés por que el otro piensa así, indagando más antes de dar nuestra opinión. Nadie nos impide disentir, es más valioso aprender que pontificar sin comprender.

A los candidatos presidenciales, les pido que escuchen a todos los colombianos, independientemente de sus afiliaciones políticas; que busquen construir un país más próspero para todos y no solo para sus votantes; que construyan un discurso que resuene con la mayoría y que nos hagan soñar. El próximo presidente probablemente será quien logre dominar el espacio onírico donde confluyan los deseos de la izquierda, el centro y la derecha. Para que votemos con esperanza por uno, y no por miedo en contra de otro.

A nosotros los colombianos nos digo: crucemos el puente, y si no existe, tendamos uno. Tratemos de conocer antes de convencer, busquemos entender en lugar de validar nuestra posición. La próxima vez que tengamos el privilegio de conversar con alguien que no piensa como nosotros, forcémonos a hacerle una pregunta más: ¿Por qué piensas así? Oigamos sus historias, aprendamos de sus experiencias, busquemos la verdad.