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Analistas 23/05/2023

Supervisión y competencia en sector financiero

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Tras una exitosa gestión, ha salido de la Superfinanciera (SF) Jorge Castaño y ha llegado Cesar Ferrari, catedrático de la Universidad Javeriana. Deja Castaño y su antiguo jefe Gerardo Hernández un importante legado para Colombia, al destacarse nuestra SF como una de las instituciones más técnicas y mejor manejadas de la región, equiparables a las de México y Chile.

Más aún, durante el difícil periodo 2020-2021, la SF de Colombia se destacó al mantener la regulación Basilea-III que venía exigiendo mayor liquidez y capital disponible, precisamente para enfrentar turbulencia global como esta de 2023. Los desempeños más recientes (que recibe Ferrari) están mostrando bondades regulatorias: mayor liquidez vía índice Cfen y capital fresco, reteniéndose hasta dos terceras partes de las utilidades bancarias. El Fsap-2022 del FMI-Banco Mundial atestigua este reconocimiento internacional a Colombia a nivel, el cual debe continuarse.

Con frecuencia se escuchan (infundados) comentarios sobre el supuesto problema de que este sistema carecería de adecuada competencia, a pesar de su buen manejo. Aquellos que argumente en contra de la evidente competencia que hoy se tiene deben, como mínimo, examinar, primero, la carencia de barreras a la entrada. De hecho, el monto requerido para crear nuevas entidades en Colombia es relativamente bajo y, gracias a ello, han llegado no menos de 5 entidades de reconocimiento internacional en los últimos años, ver Clavijo y Vera (2023) “Banca Central....”.

Segundo deben examinar la ausencia de “prácticas colusivas” en el sector financiero, contrastando con lo ocurrido en varias áreas del sector real colombiano, donde se han evidenciado “carteles” en fijación de precios de cemento, ladrillo y papel, entre otros. Afortunadamente, esos fueron duramente sancionados por las instituciones correspondientes, en su momento.

Tercero deben analizar el efecto de “portabilidad de las cuentas financieras”, lo cual ha permitido que la clientela pueda mudarse fácilmente de una entidad a otra (sin estar atado a su historial crediticio o de manejo bancario). Esto ha redundado en claros beneficios para el consumidor financiero (independientemente de que esto llegue o no a mover los índices de participación entre los grandes bancos, entre otras razones, por que estos también reaccionan equiparando las mejores ofertas a su clientela).

Dicho de otra manera, la competencia bancaria no se puede medir únicamente (como ha sido la tradición) sobre los cambios en la participación del activo o del pasivo, donde evidentemente las entidades que llegaron hace décadas tienen ventajas (como en Cafarnaúm).

Esta medición debe contemplar las mejores opciones ofrecidas a los consumidores en materia de tasas de interés y beneficios transaccionales a menor costo. Existen entidades que motu-propio han optado por ofrecer (no uno) sino varios servicios sin costos transaccionales, apuntándole a atraer clientela, anticipándose a legislaciones que lucen intrusivas.

Y, por último, deben esos analistas tener en cuenta que la medición de competencia no puede seguirse guiando (erradamente) por el número de participantes, pues es evidente que la propia Basilea-III, al exigir cada vez más músculo financiero, acarrea concentración de la propiedad (tal como está ocurriendo en los Estados Unidos ante las fragilidades regionales).

Cuando se desconocen esos cuatro hechos (como en Pérez y Tovar, 2023), se puede caer en errores graves de interpretación de los resultados econométricos, pensando que solo habría mayor competencia si se amplía el número de oferentes de servicios o si se les reduce el margen de intermediación a los existentes. De hecho, el margen ha venido reduciéndose hacia 6,7% gracias a las inversiones en tecnología y a la mayor competencia que esta trae (Asobancaria, 2022). Cabe recordar que estos resultados son función de la fluidez del capital entre sectores y de su oportunidad relativa global, como bien lo analiza Phillipon (2019) “The Great Reversal”.

Bienvenida la competencia, pero cada vez es más evidente que esta ocurre no bajo un sistema de “competencia perfecta”, sino de “oligopolios competitivos”. Igual ocurre en la telefonía, energía e infraestructura a nivel global: frente a los altos estándares requeridos, el capital se concentra y la regulación debe refinarse para mantener la competencia.

Los ejercicios econométricos no suelen capturar estos importantes mecanismos de ardua competencia: i) “recompras de cartera” que le permiten al tenedor beneficiarse de ciclos bajistas de tasas de interés o a través de los “swaps en tasas de interés”; ii) ampliación en la “holgura de la tasa de usura”, la cual (paradójicamente) permite acomodar riesgos bancarios que antes estaban en manos de agiotistas (ver gráfico adjunto); o iii) habilitación de nuevas “garantías-mobiliarias (como los insumos) o por apoyos institucionales (FNG o Bancoldex), generándose mayor inclusión Pyme y en condiciones más favorables, así no afecten mayormente “las agujas” de la participación de mercado.

Así que el nuevo SF-Ferrari tendrá una delicada tarea a la hora de continuar profundizando los progresos competitivos que amplían la inclusión financiera, al tiempo que se profundiza la tarea de mayor liquidez y capital disponible bajo las guías de Basilea-III.

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