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Analistas 02/12/2013

La revolución shale gas-oil Implicaciones para Colombia

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes
La República Más
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La revolución del shale gas-oil en los Estados Unidos ha venido transformando el mercado energético global durante la última década. Así lo presagiaba George Mitchell, considerado el padre del fraccionamiento hidráulico “fracking”, en los años ochenta, cuando invirtió cerca de US$6 millones en un plan de estudios a 10 años con el fin de hacer el fracking viable económicamente.

Gracias a dicho trabajo, la demanda energética de los Estados Unidos se ha recargado más sobre el consumo de gas natural, con una participación de 27% dentro del total de fuentes en 2012 (vs. 23% de 2005). Lo contrario ha ocurrido en el caso del petróleo, cuyo uso relativo se ha reducido de 40% a 36%, lo cual luce sostenible en el tiempo debido al incremento en el consumo de gas natural en el sector de transporte de los Estados Unidos.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Qué impacto tendrá esta revolución shale gas-oil sobre las perspectivas petroleras globales y de Colombia? Lo primero que cabe señalar es que esta revolución ya está afectando negativamente la Inversión Extranjera Directa (IED) petrolera en el Brasil. Las subastas de finales de 2013 para extraer los yacimientos del “pre-sal” (a siete kilómetros de profundidad en el off-shore) resultó un fracaso, si se tiene en cuenta que a Petrobras le tocó aliarse con Total (francesa), con Shell (anglo-holandesa) y con dos estatales chinas (Cnooc y Cnpc), ante la ausencia de IED de los Estados Unidos, la cual decidió concentrarse en su shale gas-oil local.

En efecto, la subasta por la zona llamada “Libra” tan sólo tuvo un oferente, a pesar de que las reservas allí estimadas (hasta unos 12.000 millones de barriles) le permitirían al Brasil incrementar su producción de crudo de los actuales 2,1 millones de barriles/día a los 3,5 millones de barriles/día. Para dimensionar su tamaño pensemos que Colombia cuenta con reservas de 2.400 millones de barriles y produce actualmente un poco más de un millón de barriles/día. Inicialmente se esperaba la participación de unas 40 compañías, pero claramente las dificultades técnicas de extracción y la obligación de recargarse sobre contratistas y material local terminaron espantando la IED.

Dicho de otra manera, este primer fracaso del “pre-sal” se debió a: i) el impacto indirecto del shale gas-oil, el cual mantuvo la IED de Chevron, Exxon y BP en los Estados Unidos; y ii) el alto “costo Brasil”, forzando al uso de materiales y contratistas locales. Además, se cometió el error de cambiar los contratos de concesión hacia la producción-compartida, lo cual elevó el Government take del Brasil a cerca de 70%. En Colombia, por ejemplo, se redujo para llevarlo hacia 50% a partir de 2003.

Colombia también se está viendo afectada por el auge del shale gas-oil, reduciendo la demanda por su carbón. Por ejemplo, las exportaciones de carbón hacia los Estados Unidos han caído -4,9% en el acumulado anual a septiembre de 2013.  Hasta el 2012, ellas se habían podido compensar con incrementos de exportación hacia China, totalizando US$354 millones. Sin embargo, ya al corte de septiembre de 2013, dichas exportaciones se habían reducido en -83%. Además, el sector carbonífero de Colombia enfrenta problemas de carácter coyuntural (huelgas, problemas ambientales y ataques a la infraestructura férrea) y estructurales (cambio en el precio relativo del gas frente al carbón).

La IED petrolera en Colombia denota algo de desánimo por cuenta de la menor rentabilidad. En efecto, los US$5.390 millones de IED recibidos por este sector en 2012, resultaron inferiores a los US$6.400 millones esperados por la ANH. Adicionalmente, se observa una caída en dichos flujos de -7,8% anual durante el primer semestre de 2013. Mientras la sísmica no ha resultado exitosa, los problemas de inseguridad se han agravado. Recordemos que los últimos grandes hallazgos exitosos se refieren a Caño Limón (1982) y Cusiana-Cupiagua (1991). La sensación actual es que en materia petrolera Colombia está “raspando la olla” de esos antiguos hallazgos.

Anif ha sido de la opinión que Colombia debe estudiar bien su futuro estratégico en materia energética, pues ahora coinciden en el tiempo esta sensación de “fin anticipado” del auge minero-energético local con el impacto global que está produciendo la revolución del shale gas-oil proveniente de los Estados Unidos. De allí la importancia de acelerar la dotación de infraestructura de transporte para volver a Colombia nuevamente competitiva, en momentos en que los TLCs representan una oportunidad (o ¿una amenaza?) para el sector productivo colombiano. De no lograrse ello durante los dos próximos años, Colombia arriesga una reducción en su potencial de crecimiento de 0,5% por año, bajándonos de 4,5% hacia 4% anual en el futuro cercano.

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