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Analistas 03/11/2016

Un debate electoral deplorable

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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Está concluyendo en Estados Unidos una contienda electoral inusitada, que deja a la nación polarizada y disgustada.  El mundo exterior ha seguido con estupor un ejercicio político en el cual los programas de gobierno han quedado opacados por los escándalos y el exhibicionismo mediático.  Si bien la campaña presidencial tuvo su comienzo formal a partir del mes de agosto, el proceso de las elecciones primarias para determinar los candidatos de los principales partidos se inició a principios del año 2015.  Al finalizar el mes de octubre, hay una sensación de desagrado y de fatiga con la duración de la controversia partidista.

Las elecciones presidenciales de este año incluyen como aspectos novedosos el hecho de que por primera vez, una mujer, Hillary Clinton, represente al partido Demócrata, y que el partido Republicano haya sido capturado por Donald Trump, un demagogo sin trayectoria política, que no prestó servicio militar, quien se precia de no haber pagado impuestos.

Lo que en la etapa inicial de las elecciones primarias tomó la forma de un programa humorístico animado por un payaso de televisión, adquirió las características de una película de horror cuando el payaso tomó el liderazgo de un movimiento extremista, xenófobo y racista, adicto a la violencia y predispuesto a someterse a la voluntad del caudillo.  La forma como Trump ha atizado el miedo y la inseguridad de sus seguidores, dándole legitimidad al odio contra los inmigrantes, los musulmanes y los homosexuales, evoca episodios trágicos de los años treinta en Europa.  Según el columnista del Washington Post, Robert Kagan, la explotación electoral del resentimiento popular por parte de un magnate ególatra es la manera como llegaría el fascismo a los Estados Unidos.  Y el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, comparó la negativa de Trump a aceptar el resultado de las elecciones con el comportamiento de un dictador tercermundista.

Las relaciones con América Latina han tenido poca prominencia durante la  campaña electoral.  Trump ha anunciado que se propone construir un muro en la frontera del sur y que va a obligar a México a pagar su costo.  Además, promueve la deportación masiva de once millones de inmigrantes indocumentados, los cuales en su mayoría, son latinoamericanos.  También ha ofrecido dar marcha atrás a la decisión del presidente Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba.  Su postura de nacionalismo agresivo en materia internacional y de proteccionismo a ultranza en el manejo de la política comercial conduciría a introducir discordia en las relaciones hemisféricas.

Hillary Clinton demostró en los debates presidenciales estar mejor preparada, tener más experiencia gubernamental y mayor familiaridad con los temas de políticas públicas que su contrincante.  La respaldan las minorías, los sindicatos, los intelectuales y los empresarios.  La desfavorece ser percibida como un símbolo del establecimiento y del continuismo.  

La candidatura presidencial republicana ha sido víctima de la megalomanía de Trump.   Pero al tiempo que conduce a su partido a una previsible derrota, Trump ha logrado hacerle un daño enorme a la democracia americana.

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