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Analistas 21/12/2023

Despojo a la venezolana

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Supongamos que, con el desparpajo con el cual Nicolás Maduro se apodera de las dos terceras partes de un país con 800.000 habitantes, un muchacho mayor le arrebata a un chiquillo un juguete que le pareció atractivo, en un ambiente escolar. Lo normal es que los muchachos mayores que presenciaron el episodio le exijan al matón devolver el juguete a su dueño y pedirle disculpas. En un escenario de realismo mágico latinoamericano, los muchachos mayores le encarecerían al menor ofendido no hacer una escena y le aconsejarían hablar con el matón para tratar de recuperar su juguete.

A grandes rasgos, esto describe la forma como los gobernantes de los países grandes de la región han reaccionado ante el atropello de la dictadura venezolana a Guyana. Hasta ahora, no se ha escuchado un pronunciamiento latinoamericano claro, desautorizando el despojo, proclamando sin ambigüedad la integridad territorial de Guyana y su derecho a defenderse.

Se han expresado banalidades piadosas, lamentando la posibilidad de una guerra en Suramérica. La guerra es una calamidad, pero la deshonra es peor. Una nación que se respeta a sí misma responde a la agresión con las armas. Las conversaciones pueden esperar hasta después de que haya cesado la agresión. Así reaccionó Ucrania a la invasión rusa en 2022. Así reaccionó Colombia en 1932-1933 al ataque peruano a Leticia. El país se movilizó para la guerra. Mi padre acudió como voluntario a construir carreteras militares en el Trapecio Amazónico, con un grupo de ingenieros antioqueños, del cual hacía parte Rubén Piedrahita

La timidez de la Cancillería ante el asalto a Guyana es deplorable. El prudente silencio de un gobierno, tan locuaz acerca de la crisis en el Medio Oriente, es significativo.

Según el estadista mexicano Benito Juárez, el respeto al derecho ajeno es la paz. Lo que ha hecho Nicolás Maduro, como parte de una estrategia para exacerbar el nacionalismo y mejorar sus perspectivas electorales, es todo lo contrario. Pone en peligro la estabilidad regional. Sienta un precedente nefasto.

Colombia no puede ser indiferente a una anexión territorial que tiene lugar en su entorno geoestratégico, o al hecho que se desconozca un fallo arbitral y se echen por la borda alegremente los principios diplomáticos tradicionales de Pacta Sunt Servanda, (Los tratados deben cumplirse,) y el Uti Possidetis Juris, (La jurisprudencia según la cual se conservan los límites de lo que se poseía antes de la independencia.) Eso sería música para los oídos de la satrapía nicaragüense con su pretensión respecto al Archipiélago de San Andrés y Providencia. Adicionalmente, pondría en tela de juicio todas las fronteras terrestres y marítimas del país.

Esta indiferencia cómplice es un caso adicional de supeditar el interés nacional a caprichos ideológicos. Una política exterior seria no se puede fundamentar en simpatías ocasionales. El régimen dictatorial bolivariano es transitorio. Los intereses de Colombia son permanentes.

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