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Analistas 11/03/2014

La deguridad y el desarrollo

Analista LR
La República Más
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Hoy cuando el optimismo de la Alianza del Pacífico invade los medios de comunicación y el discurso informal divaga entre los beneficios y el escepticismo, hay que recordar que para que exista desarrollo económico se deben dar condiciones de seguridad que no solo garanticen la inversión extranjera, sino que el ciudadano del común pueda salir a su trabajo sin temer ser víctima de un delito. Para solucionar esta sensación de inseguridad muchos modelos policiales se han creado, pero en realidad ninguno va a tener éxito si las personas no asumen buenos hábitos.

Esta situación condujo a pensar en Europa, que los hábitos saludables van más allá de la vida fitness,  percibiendo que si se restringen ciertos comportamientos dañinos para la convivencia social, se hace factible mejorar las condiciones de seguridad. Tal como lo describen Ruíz, Illera y Manrique, este modelo parte del principio de que la delincuencia y los actos violentos son catalizados por factores externos, que no siempre estarían asociados con un acto delictivo, pero unidos sí podrían inducir a este o ayudar a su crecimiento. Por ejemplo, el fijar restricciones al consumo de alcohol, el no portar armas, el no abusar del alto volumen en las fiestas, el conducir el vehículo sin agresividad, el respetar los cruces peatonales, el ceder el paso, incluso el hecho de tener cuidado en el discurso que se maneja en el lenguaje cotidiano y en las normas de conducta que se asumen, incidiría en mejorar las condiciones de seguridad,  teniendo en cuenta, que, de acuerdo con los principios de la programación neurolingüística, el habla está asociada con nuestra forma de pensar y actuar. 

Lo que se quiere hacer es un llamado a desarmar los espíritus y dejar que los buenos hábitos sean algo corriente en los colombianos y que todo acto que atente contra ellos sea repudiado por la sociedad, porque en definitiva, el control social es el factor que más sensibiliza a los ciudadanos. Se ha demostrado, que los entornos ordenados fomentan el sentido de la responsabilidad, lo que no se logra con la disuasión, porque no hay cosa más llamativa para las personas díscolas que lo prohibido, por eso lo ideal es que los buenos hábitos no se impongan de manera draconiana, ellos deben surgir de la comunidad de manera espontánea, limitando y sensibilizando. Lo que se deben es construir normas tácitas que sean establecidas por la misma sociedad, o en términos de Thorstein Veblen incentivar instituciones informales en cada comunidad que fomenten la cortesía, la amabilidad y el respeto por el otro, teniendo en cuenta que estos factores derrumban los muros de la soberbia. Es decir, los habitantes de este  país debemos realizar una profilaxis de nuestros hábitos de conducta para mejorar las condiciones de seguridad, partiendo del principio que la mejor forma de controlar el delito es previniendo. 

Para esto hay que cambiar nuestras formas de pensar y actuar, pero eso no es nada nuevo, es algo que seguro en el vértigo del día a día nos vemos obligados a realizar para estar a tono con los avances de la ciencia y la tecnología, esa misma habilidad la debemos utilizar para crear nuevos hábitos, lo que redundará en nuestro propio beneficio. En definitiva para construir país, debemos desarrollar nuestra empatía cognitiva y acudir a los conceptos de Feuerstein sobre la inteligencia, que ha establecido que la verdadera inteligencia radica en la capacidad del ser humano de modificar sus estructuras mentales a cualquier edad y tiempo, lo que seguro nos llena de optimismo al saber que podemos mejorar nuestra calidad de vida partiendo de la iniciativa particular. Para concluir, se podría decir que mientras el gobierno busca llegar a acuerdos para la desmovilización y entrega de armas de las Farc, cada uno de los colombianos deberíamos comenzar mejorando nuestros hábitos, haciendo de nuestra patria un país más amable y generoso en todas sus expresiones, y muy seguramente ese esfuerzo se verá representado en el desarrollo económico. 

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