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Aquí el argumento central es conocido de cualquiera que trabaje extensamente en cuestiones de desigualdad. Tenemos dos tipos de datos sobre la distribución tanto de los ingresos como de la riqueza: los sondeos en los que se pregunta a la gente qué hace y qué tiene, y los datos fiscales.
Los datos de las encuestas son mejores para describir a las familias de bajos ingresos, que por lo general no están cubiertas por los impuestos. Pero es notorio que los datos subestiman los ingresos más altos y las grandes fortunas, en pocas palabras porque es difícil entrevistar a los multimillonarios. Además, los datos de las encuestas son de aparición más o menos reciente: después de la Segunda Guerra Mundial y, en muchos casos, mucho después de esa fecha.
Así pues, Piketty trabajó con datos fiscales, aunque también echó mano de datos de encuestas; cuando los combinó hizo ajustes por el error sistemático de los cálculos de las grandes fortunas en las encuestas.
Giles, sin embargo, básicamente señaló que algunos cálculos relativamente recientes de grandes fortunas son menores que los cálculos basados en datos de impuestos de periodos anteriores. Y de esto concluyó que no existe una tendencia clara hacia la concentración de la riqueza.
¡Craso error!
Esto debería dirimir la cuestión pero por supuesto que no es así. Los que niegan las desigualdades se basarán en la mala crítica del Financial Times y éste será parte de lo que ellos “saben” que es verdad.
La misma historia de siempre
Muy bien, yo no sé qué pensaba Giles que estaba haciendo, pero sí sé que hizo en realidad y es lo mismo de siempre. Desde que se hizo evidente que estaban aumentando las desigualdades - allá, hace mucho tiempo, en los años ochenta - en la derecha ha habido una industria bastante sustancial de negación de las desigualdades. Esta negación no se basa en un solo argumento determinado ni implica objeciones sólidas. Más bien, consiste en lanzar muchos argumentos contra la pared, con la esperanza de que alguno se quede pegado: la desigualdad no está en aumento; sí está en aumento, pero se compensa con la movilidad social; se cancela con la ayuda que se da a los pobres (que estamos tratando de anular, pero no importa); de todos modos, la desigualdad es buena. Todos estos argumentos se han presentado al mismo tiempo; ninguno de ellos ha sido abandonado ante la falta de evidencia. Simplemente regresan, una y otra vez.
Miren el artículo que escribí para The American Prospect hace 22 años, “El rico, la derecha y los hechos” (puede leerse en atbit.ly/1h4ndwE; y aunque no lo dice en el sitio Prospect, efectivamente se publicó en 1992). Cada argumento falso que identifiqué ahí sigue presentándose hasta la fecha. Y sabemos perfectamente bien por qué: todo es cuestión de defender al 1 por ciento de la amenaza de mayores impuestos y otras medidas que pudieran limitar los ingresos más elevados.
Lo que es nuevo en la ronda de la refriega es el lugar. Tradicionalmente, la negativa de la desigualdad se realizaba en las páginas editoriales de The Wall Street Journal y sitios de mentalidad similar.
Ver que se extienda al Financial Times es algo nuevo y podría ser un indicio de que el diario está sufriendo de Murdoch-ización progresiva.