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Entonces, el Sr. Stark empezó afirmando que baja inflación impulsa el ingreso disponible real. Esa es una respuesta de cero en cualquier examen de licenciatura: sí, baja inflación hace que suban las ganancias de ingreso para cualquier tasa determinada de incremento en ingreso nominal (no ajustado), pero la inflación baja reduce uno a uno la tasa de crecimiento nominal del ingreso. La noción de que una ex autoridad monetaria no lo entienda es pasmosa.
Ahora, no es cierto que inflación baja no tenga efecto; incrementa el valor real de la deuda, lo que es contradictorio porque los deudores reducen el gasto más de lo que lo elevan los acreedores, e inflación baja también resulta en un incremento en las tasas reales de interés cuando las nominales están cerca del límite inferior cero. Pero ambos son efectos que deprimen la demanda.
Ah, y baja inflación europea general empeora mucho más el problema de ajuste para los países deudores, cosa que el Sr. Stark ni siquiera mencionó.
Pero lo realmente notable es su afirmación de que incluso hablar sobre la posibilidad de deflación sea irresponsable, porque eso puede convertirse en una profecía auto cumplida. Es correcto: si acción inadecuada del BCE lleva a Europa a una o dos décadas perdidas tipo Japón, es culpa de todos esos críticos que advirtieron que esto podría pasar; si tan solo todo mundo hubiera seguido aplaudiendo, todo hubiera estado OK.
Puedo entender por qué a algunos formuladores de política les gustaría vivir en un mundo como ese, un mundo donde, si los críticos dicen que sus políticas fallarán, y efectivamente fallan, es culpa de los críticos. Pero es difícil imaginarse el estado mental de alguien que de hecho señale esa visión en el Financial Times.