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Analistas 20/04/2014

Las distorsiones alimentan la paranoia sobre la inflación

Foto: medi/tirana, albania/cartoonarts international/the new york times syndicate
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Como lo señalé recientemente, el Panorama Económico Mundial, un informe del FMI, presenta un caso convincente a favor de elevar la meta por arriba de 2 por ciento, aunque evita decirlo explícitamente, recurriendo a eufemismos codificados. Mientras tanto, la paranoia por la inflación es una cosa bastante partidista. En mis notas para una clase reciente en Princeton, enlisté los signatarios de una carta abierta enviada en 2010 a Ben Bernanke, en ese entonces presidente de la Reserva Federal, advirtiéndole sobre la “devaluación” del dólar a raíz de la relajación cuantitativa; es obvio que todos los de la lista son republicanos altamente comprometidos, y algunas personas con las credenciales ideológicas correctas se subieron a bordo aunque no tienen las credenciales profesionales relevantes (¿William Kristol y Dan Senor expertos monetarios?).

Entonces, ¿qué está pasando aquí? Permítanme 0sugerir que, de hecho, es una cosa de clases. La política monetaria realmente no es tecnócrata y políticamente neutral; la inflación moderada podría ser buena para el empleo, especialmente cuando se intenta reducir un sobreendeudamiento, pero es mala para el 0.1 por ciento más rico de los estadounidenses. Y ese hecho termina ejerciendo una enorme influencia en la discusión.

Permítanme empezar con un poco de misterio histórico, o más bien con un misterio sobre cómo se recuerda la historia. Durante el debate reciente sobre la política monetaria en Estados Unidos, hemos escuchado advertencias apocalípticas sobre Zimbabue/Weimar y todo eso, pero también invocaciones constantes a la década de 1970. Mi lado del debate se ha asegurado de explicar por qué esta situación no se parece en nada a la década de 1970. Pero hagámonos otra pregunta: ¿Cómo fue que la década de 1970 fue enmarcada como los tiempos más malos?

Cierto que no fueron buenos, pero los años realmente malos para las familias trabajadoras ordinarias fueron las grandes recesiones, que acontecieron durante la administración de Reagan, en cierto grado durante el gobierno de George H.W. Bush y, sobre todo, luego de la reciente crisis financiera. Piense en lo raro que es, dada esta historia, que en medio del destrozo la gente dijera en 2010 y 2011: “¡Atención! ¡Si no tenemos cuidado esto podría convertirse en la década de 1970!” (pista sonora cue ominous).

Pero había algunos para los que la década de 1970 realmente fueron los peores momentos, principalmente los dueños de activos financieros. ¿Y a quién le importan mucho los activos financieros y no tanto el ingreso del trabajo? Al 0.1 por ciento que, según una investigación de los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, “sólo” recibe aproximadamente 4 por ciento de los salarios totales, pero que tiene más de 20 por ciento de la riqueza y seguramente una participación más grande de los activos financieros.

La economista Carmen Reinhart anteriormente ha sostenido persuasivamente que países altamente endeudados normalmente reducen su deuda en gran parte vía “represión financiera”; manteniendo bajas las tasas de interés y desapareciendo parte de la deuda vía inflación. La cosa es que, aunque esto suene mal, de hecho no lo es para la vasta mayoría de la gente.

A Gran Bretaña le fue mucho mejor a través de la represión financiera luego de la II Guerra Mundial que con la ortodoxia luego de la I Guerra Mundial. Pero hay un grupo reducido aunque influyente que de hecho resulta afectado por la represión financiera: otra vez, el 0.1 por ciento.

Ahora, no creo que el 0.1 por ciento y sus defensores se estén torciendo los bigotes en secreto, riéndose de cómo están usando el engaño de una política sólida para enriquecerse a costa del 99 por ciento. Los hermanos Koch ni siquiera tienen bigotes.

Pero sí creo que el conflicto muy real entre lo que es bueno para los oligarcas y lo que es bueno para la economía indirectamente está teniendo un poderoso efecto en distorsionar el debate.

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